
El lado bueno
Ana Santos
¡Ojú qué caló!
Su propio afán
Chesterton reconocía su estupor al encontrarse con que sus chistes de antaño habían devenido en graves profecías por el progreso de los tiempos. Que adelantan, ay, una barbaridad. A mí no me pasa con mis chistes, porque apenas los tengo, pero sí con los que más gracia me hacían, que eran los distópicos. Por ejemplo, aquello de que hoy todo lo que no está prohibido es obligatorio. Los poderes públicos se han empeñado en hacerlo realidad hasta la última tilde de la exageración.
Lo pensaba al ver que, por el ascenso de las temperaturas, habían cerrado la feria del libro de Madrid y también el Rastrillo de los Domingos de Jerez. Lo asumimos pastueñamente, pero –si se piensa– indigna. ¿No es mejor dejar que la gente decida si quiere pasar calor e ir; y que quien prefiera lo contrario se quede a la fresca en su casa? Sí tendría sentido, si acaso, dar bien el parte meteorológico e incluso que nos repasen las consecuencias de un choque térmico. Pero información, no interdictos. Dejando margen a la libertad (que es a lo que se tiene alergia).
Tradicionalmente, en verano se han cerrado muchos de estos eventos, claro, pero por puro sentido común, porque no acudían allí ni los lagartos. Sin ordeno y mando. Sin un inspector diciéndole a la gente lo que tiene que hacer y lo que no. En Santa Fe, en Granada, la policía quiere evitar que los vecinos saquen sus sillas a la fresca por las tardes.
Supongo que, más acá de todas estas pulsiones totalitarias, que haberlas haylas, también hay un miedo de las administraciones por las responsabilidades jurídicas que les puedan exigir. Oí a un marido decir a su mujer que había tropezado con una loseta suelta: “¡Lástima de no haberte caído… y le sacamos unos cuartos al Ayuntamiento!”. Estamos en un tris de denunciar a un hotel porque la piscina carecía de la profundidad necesaria para hacer balconing desde el tercero. También conozco el caso de un inglés que pisó una botella vacía de vino que rodaba por el suelo de su habitación, y se cortó, y luego quería daños y perjuicios porque no se habían fabricado más resistentes las botellas.
Hay que devolverle con urgencia a la gente su responsabilidad para dejar, a la vez, de quitarnos libertad. La alternativa es este Estado helicóptero, todo el día prohibiendo, que resulta ruidoso e insoportable.
También te puede interesar
Lo último