
La firma
Antonio Fernández Jurado
Soledad sobrevenida
Aún andamos impregnados de esta extraña secuencia procesional en la que hemos convertido la ciudad en un enorme escenario donde se reproducen escenas recogidas en los evangelios cristianos. Las contemplamos como un pergamino que se desliza por nuestras calles mientras vamos pertrechados con pipas y paraguas (por lo que puedas ocurrir). Porque es eso y más. Lo que dice la Biblia va a misa. Pero esto se escapa de los templos. Es una lectura compartida y como tal, entran las interpretaciones, las adaptaciones, los matices. Se escapa al control de la autoría porque se hace popular para ser compartido. Y al fin y al cabo eso es la Biblia, un libro hecho por muchos y para muchos. El libro, ese artilugio. Desde tiempos inmemoriales ha sido un objeto de deseo, al alcance sólo de unos cuantos señalados por la capacidad de descifrar su contenido. Por eso se hizo común el compartirlo, el hacerlo visible y comprensible de otros modos, como la propia imaginería cofrade.
El libro, los libros, han supuesto el saber y el acceso a historias mágicas. Por eso son hasta cierto punto lógicas las loas y las elegías recientes realizadas hacia un escritor como Mario Vargas Llosa. Un reconocimiento a un hacedor de historias, un imaginero de la palabra, de los que dejan huella. A este aprendiz de escribidor le sigue sorprendiendo para bien el tributo a quien ha dedicado su labor a la palabra. Aún hay un reducto que late entre las ondas 5G que da valor a la literatura libresca. Estamos a Viernes Santo y la semana próxima nos queda a trasmano, como el próximo miércoles, ya mismo, 23 de abril, Día del Libro. Se nos queda un poco mal colocado para rendirle homenaje, demasiado a la vuelta de la esquina, de sopetón… pero es justo y necesario: el libro, la lectura. Objetos hasta no hace tanto inalcanzables y ahora populares. Que siga así, no fomentemos el neoanalfabetismo de la gente que sabe, puede y se niega a leer. No me cansaré de celebrar los libros y quienes lo hacen posible, desde quien escribe hasta quien lo vende (las librerías ya anuncian su 10% de descuento). Hace unos días me topaba con un vídeo de esos que serpentea por las redes donde el escritor argentino Alejandro Dolina daba una definición de lo que es la lectura: “El esfuerzo de la mente y del corazón por apropiarse de lo que el libro puede ofrecer”. Qué privilegio. Qué don. No dejemos de apropiarnos de los libros y sacarlos a pasear a las calles.
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