Alas de mariposa

Un descapotable

No concibo la existencia sin café, porque está tan integrado en nuestras vidas que es una necesidad y casi un lenguaje

Leo, con cierto asombro, que el café es la bebida más consumida del mundo, después del agua. Hablamos de unos cuatrocientos billones de tazas al año. Los finlandeses ocupan el pódium, con casi 10 kilos de café por persona. Los españoles, con 4´5 kilos al año, ocupamos el puesto veinticinco.

Las autoridades sanitarias no se aclaran si el perjudicial o ayuda a nuestro cuerpo a tolerar el dolor, -potenciando la analgesia-, o a mejorar cierto tipo de diabetes. Pero para discutir esto ya está la OMS. Simplemente, creo que no concibo la existencia sin café, porque está tan integrado en nuestras vidas que es una necesidad y casi un lenguaje.

Es el estímulo que nos prepara para el día. "Yo, sin un café, no soy persona". El pretexto para arreglar malos entendidos. "¿Quedamos para tomar café y lo hablamos?". Es el primer te quiero de la mañana. "Ya te preparo yo el café, mi amor". Con unas tazas de café en la mesa se han gestado grandes empresas. La forma más sencilla y rápida de quedar con los amigos. Confidencias, risas y llantos en aquella esquina de la cafetería. ¿Quién no se ha enamorado de unos ojos que veía tras el humo del café? La cara perfecta, la sonrisa perfecta. Ese segundo café que deseamos en un intento de estirar el tiempo. Las manos heladas que abrazan la taza en busca de un calor que acaban dando unas manos que se entrelazan. La soledad del café solo, a solas, mientras los de alrededor sonríen… y de pronto, tu café viene con un corazón en la espumita y el mundo es menos ácido. El momento de coger un libro y soñar acompañado de una taza. Estímulo y relax, justo al lado del ordenador, brebaje contradictorio e inigualable. El aroma del hogar. El fin de fiesta de un almuerzo. El último placer de un día que acaba. El milagro del café descafeinado, como una tarta de fresas que no lleva fresas. La complicidad con mi padre, que fuera de casa lo pedía bien cargado de cafeína. "No se lo digas a tu madre".

Hay tantos cafés como personas y, me atrevería a decir que el café nos define. - Mi gratitud para esos camareros que nos lo traen exacto -. A mí me gusta cortado, largo, descafeinado y con un toque de canela. En la facultad me dijeron que lo que yo quería era un descapotable. Y así lo llamaron hasta que terminé. "¡Dos con leche, un cortado y un descapotable!"

Pero, sin duda, mi café predilecto es ese, justo ese que me tomo contigo, mientras compartimos la vida.

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