La curva de Marinelli

La justicia que condenó a Puigdemont y a sus compinches defendía el Estado de Derecho frente a unos delincuentes que querían aniquilarlo

Dicen los entendidos que la postura más difícil del contorsionismo circense es la denominada curva de Marinelli. En esta postura, la persona se retuerce de tal manera que logra soportar todo el peso del cuerpo con la boca mientras el resto del cuerpo está extendido sobre la cabeza. He leído que hay dos especialistas mundiales en esta postura: Aruna Bataa, que actúa en el Circo del Sol, y la rusa Anastasia Evsigneeva.

Me he acordado de estas dos contorsionistas –las mejores del mundo– cuando he leído los argumentos con que el equipo de propagandistas de Pedro Sánchez justifica la amnistía para los condenados por el golpe institucional del 1-O en Cataluña. Como todos sabemos, el prófugo Puigdemont (alias Puigdementis) ha exigido una amnistía para dar su apoyo a Sánchez en la sesión de investidura. Los que tenemos una edad ya casi bíblica recordamos cómo fueron las movilizaciones a favor de la amnistía que tuvieron lugar en los últimos años del franquismo, en las que se gritaba –yo lo hice en Mallorca– “Libertad, amnistía, Estatuto de Autonomía”. Pero estamos hablando de una exigencia democrática que pretendía liberar a todos los condenados por la justicia franquista, tal como se consiguió con las amnistías de 1976 y 1977. La diferencia –y es una diferencia esencial– es que la justicia que condenó a los políticos que declararon ilegalmente la independencia catalana no es una justicia dictatorial –y por tanto, ilegítima–, sino una justicia que cumple con todos los requisitos democráticos. Dicho de otro modo, la justicia que condenó a Puigdemont y a sus compinches estaba defendiendo el Estado de Derecho frente a unos delincuentes que pretendían aniquilarlo.

Pero el equipo de propaganda de Pedro Sánchez ya ha empezado a practicar toda clase de contorsionismos intelectuales para hacernos pasar la amnistía por un deber democrático, cuando en realidad se trata de una medida arbitraria que pondrá en cuestión la existencia misma del estado de Derecho. Pero aun así, nuestros insignes catedráticos de Derecho (In)Constitucional y nuestros obsequiosos periodistas y politólogos ya están practicando la curva de Marinelli para hacernos creer que una medida puramente oportunista es un gran paso en favor de la convivencia. Que el buen Dios les conserve la mandíbula. Y la cabeza.

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