Cuatro historias

"El elefante entendió que el problema era que aquello era lo único que había conocido. Que desde que era un bebé había estado atado y ni siquiera se le había pasado por la cabeza liberarse"

Cuatro historias
Cuatro historias

09 de abril 2025 - 03:07

Hoy vengo aséptico. No quiero sermonearles ni darle estopa ni consejo a nadie, así que solo voy a contarles cuatro historias. Solo cuatro, y solo se las contaré, para que sean ustedes quienes saquen sus propias conclusiones. La primera ya la conocen. Es la de Concha, la señora que un día echó mano al móvil y, ni corta ni perezosa, le mandó un WhatsApp al ministro para decirle que qué leches pasaba con el Ave. Que a su familia y a un montón de gente más le vendría de perillas y que ya le valía de dar largas. El resultado ya lo conocen, y aunque no sabemos qué hubiera pasado si no hubiera mandado el mensajito, sí que sabemos lo que ha ocurrido después. Concha tuvo una oportunidad y lo hizo. Sin miedos. Sin complejos. Mi segunda historia es la de Teresa, Clara, María, Jorge y un montón de gente más que un día se vinieron arriba y se pusieron a trabajar en la extraña idea de montar la exposición arqueológica más ambiciosa (y necesaria) que se había hecho nunca en Huelva. Por supuesto, recibieron lo suyo: que eso no se puede hacer, que menuda pasta va a costar, que no vais a ser capaces… Ya saben, lo propio de aquí, pero a ellos les dio igual y siguieron a lo suyo. La muestra será una realidad pasado mañana. La tercera historia es también un dato: 7 de 11. El 63,63 por ciento de los jugadores del Recre que salieron de inicio el domingo al campo del Nuevo Colombino son de Huelva o se han formado en la cantera del club y, junto con sus compañeros, propiciaron una victoria que puede suponer la permanencia. Ahí dentro hay ahora gente sin complejos que cree que el Recreativo puede ser más grande si cuenta con los suyos, y de momento la treta les ha funcionado.

La última historia es solo una fábula, un cuento, y es la más larga de las cuatro. Clodoveo era el elefante más grande y fuerte del circo. Niños y mayores hacían larguísimas colas para verlo actuar. Aplaudían cada número con entusiasmo y vitoreaban su nombre. Todos lo admiraban y querían. Compraban libretas con su nombre, y enormes muñecos de peluche que se le parecían, y bolígrafos y llaveros, y hasta salió una vez en la portada de una conocida revista. Era sin duda el más famoso elefante del mundo, pero siempre estaba triste. Un día, una niña se acercó a verle después de la función y le preguntó: “Clodoveo, ¿por qué estás siempre tan triste, si eres el más grande, fuerte y famoso elefante del mundo?”. El animal hizo un gesto con la cabeza para señalar la fina cadena que tenía amarrada a la pata y respondió: “Querida niña, mírame. Desde bien pequeñito me ataron a esta estaca y no salgo de aquí más que para las tres funciones de cada día, y los lunes ni siquiera eso. Siempre estoy triste porque nunca he sido libre”, sentenció. La niña, sorprendida, le planteó cómo era posible que una pequeña estaca retuviera a una criatura tan poderosa, y fue en ese momento cuando el elefante entendió que el problema era ese: que aquello era lo único que había conocido. Que desde que era un bebé había estado atado y ni siquiera se le había pasado por la cabeza la idea de alzar la pata para liberarse. Que le bastaba con eso. Entonces lo hizo, sin pensarlo dos veces, y se marchó selva adentro. Sonriendo. Por primera vez en su vida.

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