Visiones desde el Sur

'Las criaturas'

Silvera nos presenta una novela en donde el arte de narrar es el epicentro del texto, su eje rotatorio

El actual Premio de la Crítica de Andalucía, el escritor Francisco Silvera, ha puesto a disposición de los lectores una novela circular denominada Las criaturas o El libro de las causas segundas (Agilice Digital SL).

Aunque el autor no lo expresa, la nueva entrega puede leerse alterando el orden de los capítulos, al gusto, y, con tal de que se lean todos, se obtendrá la misma sensación: placer por la ficción y por las cosas bien contadas. Extraña cosa en un mundo dominado por baratijas encuadernadas.

Un edificio blanco y alto, que otrora fuera seminario y ahora hospital, en cuya planta cuarta se depositan enfermos terminales para que expiren, y que luego serán sajados por un diestro forense; una mujer que pasa de niña a vieja en un santiamén, como si el tiempo no debiera recorrerse linealmente; el mar, numinoso cristal donde se reflejan luces, sueños e imaginaciones; una sierra llena de personajes mitológicos recostados en pétreas configuraciones; curas bujarrones que condicionan por siempre el devenir de sus víctimas; la vejez -de la que tan lúcidamente hablara Simone de Beauvoir-, siempre llena de pretérito y ausente de presente -las más de las veces vergonzoso e incluso doloroso-; asesinatos urdidos en la quietud del paso lento de los días; el estilete de la droga, tanto en su génesis como en sus nefastas consecuencias; en definitiva, un cúmulo de personajes arrastrados por las pasiones y los instintos, que vienen a ser la misma cosa: vida.

Realismo mágico en estado puro. En ese menester nos ha embarcado Silvera. Con un entramado urdido con frases cortas, tajantes, pura poesía en prosa a veces, y con un exquisito manejo del lenguaje, Silvera nos presenta una novela en donde el arte de narrar, de encandilar con las palabras es el epicentro del texto, su eje rotatorio y vertebrador, porque… a veces, pareciera que uno no lee, sino que escucha a los personajes al calor que proporciona la lúgubre lumbre de la existencia; una novela que gira, y gira, como dije, atando a unos protagonistas, que, en algún instante de sus vidas, mantuvieron relación unos con otros, o vivieron en un mismo sitio, o quizás al menos se miraron, o se hicieron daño, o se amaron u odiaron, o fueron manejados, utilizados, en esa veleidad extraña, rara y fortuita como es la existencia: rueda imparable que hace nacer y morir a seres de forma infinita, sin revelar por qué razones y para qué inexplicados objetivos vinieron a este lugar.

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