De las cosas nuevas

Mucho se ha mencionado en estas semanas, con motivo del nombramiento del nuevo papa León XIV, de la elección de este nombre, del anterior y algo lejano León XIII y de una de sus encíclicas más conocidas, la Rerum Novarum. Lo que no sé es si ustedes conocen la relación que tiene aquel Papa y ese texto con nuestra provincia, concretamente con uno de sus municipios y con algunos de los vinos que alguna vez han estado en nuestras copas y en nuestras mesas. Quizás en el maridaje de algunas de sus celebraciones. La historia no es un descubrimiento ni un hallazgo. De hecho, ya en 1991 dio para una serie de cinco artículos en este mismo diario, bajo el nombre conjunto de “Un pueblo y una encíclica” Antonio Mateos Lagares retrató estos hechos, y tan bien lo hizo que le valieron un segundo áccesit en el “Premio periodístico Rerum Novarum: 100 años”. Pero estarán conmigo en que ya ha llovido, y da para un zarandeo de la memoria. Reconozco que tengo el debe de leer esos artículos, pero la historia que narran la conozco bien.

Ésta se remonta a principios del siglo pasado, cuando Francisco Pérez y Vacas, natural de Pedro Abad (Córdoba), contrae nupcias con María Concepción Ayala Mathieu, vecina de Bollullos par del Condado, lugar en el que establecerán su residencia. Ambos de familias bien acomodadas (eufemismo de adineradas). Allí, promovido por un alto compromiso religioso y alentado por las palabras de León XIII, se propone combatir la pobreza y el trabajo precario de tantos ciudadanos de su pueblo. Seguramente en cada eucarística retumbaba en su cabeza eso del “fruto de la vid y del trabajo del hombre”. Fundó el Sindicato Agrícola Católico, compró las fincas de Montañina y Remuñana. Las dividió en unas 1500 parcelas, cada una de una fanega. Y realizó un reparto entre los habitantes de Bollullos por orden de pobreza, pasando de jornaleros a propietarios. Repartiendo la riqueza, sin posibilidad de ser vendidas ni subdivididas a no ser que fuera por herencias. El importe del terreno se devolvería en un plazo extenso de años. Eso es lo que se firmó, porque durante la Guerra Civil se cancelaron los pagos, y ya con posterioridad dicen que se les perdonó la deuda a quienes no pudieron hacer frente al gasto. Se centralizó en el cultivo de las uvas. Los viñedos se extendieron. Y de ahí surgiría a mediados de siglo la Sociedad Cooperativa Vinícola del Condado. Aquella visión, aquel ideal por los otros, convirtió la lectura de una encíclica en un sueño.

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