El lado bueno

Qué coraje me da

Cuando pides la cuenta siendo mujer y se la ponen a tu pareja o amigo que es hombre: si pasa esto yo no pago

ESOS gestos insignificantes del día a día que menoscaban nuestra paciencia incidiendo en nuestro estado de ánimo y que llegan a ser insoportables cuando no nos hemos levantado con el pie bueno… No es un tema baladí: son acciones que nos molestan de verdad. Seguro que ha habido asesinatos, peleas en la cola del supermercado y salidas de tono en los rellanos de los edificios por culpa de esto.

Por eso mismo voy a hacer una lista con todo lo que me pone nerviosa, lo que me da coraje, lo que no soporta mi vecino, lo que no aguanta mi amigo Álvaro y por lo que no pasa mi tía Juana; así, entre todos, puede que nos sintamos identificados, iguales y comprendidos. Respira hondo, cuenta hasta diez y sonríe: juntos cambiaremos el mundo.

Empecemos por un pequeño gesto: aquellas almas perdidas que piensan que van solos por el mundo y no usan el intermitente, o los que se ponen en medio cortando el paso en las escaleras mecánicas o en las aceras de las calles estrechas. ¿Hola? ¿Se puede? “Jefe de compañía llamando a Cuervo: helicóptero en camino, sustraemos sujeto y lo interrogamos. –Caballero, ¿no ha visto el coche que iba detrás suyo? ¿Al peatón que iba a cruzar la calle? ¿Conoce la palanca que sale de su volante y que activa el intermitente? ¡A la esquina de pensar cuarenta minutos!

El conductor que pita al milisegundo de que el semáforo se haya puesto en verde, que estás tú metiendo primera para salir… Perdona, pero no he visto a nadie con un pañuelo en alto para darme la salida en una carrera ilegal de coches.

Qué coraje me da Qué coraje me da

Qué coraje me da / Quino

No te lo vas a creer, he fichado a treinta valientes para crear un grupo de asalto: “Contracaca”. Nos dedicamos a vigilar las calles en busca de dueños/as de perros que no recogen las heces de sus canes. Las retiramos nosotros y cuando están distraídos/as les metemos el regalo en el bolso o les seguimos hasta casa y le dejamos la tostada sin envolver en la puerta. Es tan gratificante como educativo.

Esos seres celestiales que comen con la boca abierta, los que no tiran de la cisterna, los que están pensando qué van a decir después de que termines de hablar sin escucharte; los que no dan los buenos días, las gracias, los que escupen en la calle, los políticos que dicen escribido en vez de escrito y los que se comen las uñas: ¿están ricas? Dame un poco.

Ir al baño y que no haya papel, coger el cartón de leche de la nevera o la botella de agua y que estén vacíos, comprar algo prohibido y que hayan descubierto tu escondite; recibir un rapapolvo por no saber llenar el lavavajillas, mezclar la ropa blanca con la de color y lavar un pantalón negro con un pañuelo en el bolsillo.

Para terminar, aunque aquí hay tema para rato, contaros que esto me da coraje pero he llegado a cogerle el gustillo: cuando pides la cuenta siendo mujer y se la ponen a tu pareja o amigo que es hombre: si pasa esto yo no pago, ¡ah, se siente! Lo ha decidido el camarero.

Si no fuera por estas cosillas la vida sería más agradable. Y a ti, ¿qué te da coraje?

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