La competencia digital

Se enseña a la vez que se aprende, no queda más remedio. Y se aprende a la vez que se sobrevive

Si usted tiene un hijo en edad escolar sabrá que en su boletín de calificaciones se recoge la evaluación de su competencia digital. Más de un padre o madre pensará que su hijo debería tener en esto matrícula de honor, al menos por las horas que le echa a los "aparatitos". Y es verdad que los jóvenes, nativos digitales, siempre nos sacarán ventaja en la capacidad para absorber cualquier novedad tecnológica y dominar su uso. Pero no es solo eso, como se habrán imaginado.

Vaya por delante que, en esto de la competencia digital, los retos son tan gigantescos como inaplazables. No se trata solo de que los chavales aprendan a ser responsables ante las nuevas tecnologías. El objetivo prioritario de esta alfabetización mediática apunta hacia la identificación y análisis de información relevante, a la capacidad de crear y compartir contenidos en entornos seguros, generando un pensamiento crítico y reflexivo. Lograr, en fin, que las nuevas generaciones sepan dirigir su mirada hacia las grandes carencias del mundo y reconozcan su obligación de participar en la búsqueda de soluciones, sentando las bases de una ciudadanía digital imprescindible.

Si esto es así, la responsabilidad de los profes resulta abrumadora. ¿Cómo podrán ellos acompañar un proceso de aprendizaje ajeno si el propio, básicamente autodidacta, muestra carencias? La realidad es que muchas veces esto de la competencia digital se queda en valorar el dominio tecnológico de los alumnos, si saben o no hacer un powerpoint, por ejemplo. O sea, el rábano por las hojas. Y la conciencia de la distancia que separa la realidad del deseo.

En medio de cambios sociales tan rápidos, la capacitación mediática de los docentes o de los padres siempre va a ir a remolque. Pero las contradicciones forman parte del camino. Se enseña a la vez que se aprende, no queda más remedio. Y se aprende a la vez que se sobrevive, en un campo de batalla cada vez más amenazado: fallos de seguridad (o directamente abuso) de los datos privados en las redes, fakes news, contenidos de odio… En realidad, es la propia sociedad civil la que debe generar su propia resistencia ante las intoxicaciones y mentiras, porque el sistema educativo no puede hacer milagros. Y aquí es fundamental la educación de los usuarios, de todos y cada uno de nosotros: cuestiones como saber verificar una información, reconocer una fuente fiable o detectar una foto manipulada nos hacen a todos más "competentes". Y desde luego, más personas. Al final se trata siempre de eso.

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