Alas de mariposa

¿Somos lo que comemos?

Comemos por todo, para celebrar, para reunirnos con amigos, por aburrimiento, por placer y para calmar la ansiedad

Todos hemos oído esta frase hasta la saciedad: "Somos lo que comemos". La pronunció Ludwig Feuerchach, filósofo y antropólogo alemán, humanista y ateo, en el siglo XIX. En contraposición a la iglesia, que hablaba de que el hombre solo necesitaba pan y agua, él defendió la importancia de la buena nutrición: "Si se quiere mejorar al pueblo, en vez de discursos contra los pecados denle mejores alimentos. El hombre es lo que come". Argumentaba que la comida se convierte en sangre, la sangre en corazón y cerebro, en materia de pensamientos y emociones. Hipócrates, allá por el 400 a. C, ya hablaba así: "Sea el alimento tu medicina y la medicina tu alimento". Hablaba de evitar el sedentarismo y caminar al menos treinta minutos al día. Asociaba diferentes costumbres alimentarias para cada estación del año, recomendando los ácidos en otoño para expulsar la melancolía.

El impacto directo en nuestra salud es evidente. En nuestra sociedad comemos por todo, para celebrar, para reunirnos con amigos, por aburrimiento, por placer y para calmar nuestra ansiedad. Como dato curioso, decir que los españoles, durante la pandemia, engordamos una media de 6 kilos.

Acepto, a medias, que soy lo que como. La frase se me queda corta, muy corta. Como concepto, también. Cuenta el tango que la vida es algo más que un simple plato de comida. ¿Cómo se ingiere el amor, la esperanza, la sensibilidad, la imaginación, la creatividad, nuestra forma de pensar más íntima?

Miro mi biblioteca y mis discos y me reconozco más que en mi despensa. Recuerdo las películas que vi, los paisajes, las diferentes gentes y miradas que poco a poco me conformaron.

Tengo por costumbre, desde que era niña, guardar los programas de mano de los conciertos, de los teatros, de cualquier tipo de espectáculo a los que acudo. Guardo con mimo las entradas de museos, exposiciones, a veces desplegables, otros minúsculos rectángulos. La vida en momentos vividos intensos donde me emocioné, me divertí, empaticé, me sirvieronde estímulo para crear, me enamoré y sentí un placer mucho más intenso que alimentándome.

Estas entradas y programas los guardo en tres cajones. Los tengo en un mueble del salón de mi casa, al igual que gran parte de mis libros y mi música. Ellos me hicieron ser la que soy. Ellos son el diario que nunca escribí. Ellos son la yo más profunda y real.

Yo no soy lo que como. Soy el arte y la belleza que vivo.

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