Reivindico el derecho de cantar como ser humano dotado de cuerdas vocales y glotis; pero de cantar mal, porque bien no me sale. Quiero poder cantar cuando me apetezca sin que nadie a mi alrededor ponga caritas raras o haga algún comentario hiriente. Sé que romperé los patrones de seguridad, adquiridos por todos a lo largo de la vida al identificar qué es cantar bien. Por eso cuando escuchamos a alguien desafinar nos resulta desagradable, rompe la dinámica de lo que es correcto. Quiero romper los patrones, quiero abuchear a los que cantan bien con esa cara de suficiencia cuando preguntan al de la guitarra si está en sol o en do, que me entran ganas de decirle que está en la re-concha de su prima Rita la Cantaora, por ser más educada. Quiero que toda esa gente que toca las palmitas y mira al ruiseñor de turno cante conmigo, ahí mismo, delante de toda esa gente. Hay que aprenderse alguna letra, pero no toda: un buen tarareo no hace mal a nadie.

Coraje me da cuando hay alguien en el grupo que canta bien y están todos alrededor: "Venga, canta algo, que lo haces muy bien, vamos, que estamos entre amigos…". Y así un rato hasta que arranca y ¡oh! Se hace el silencio: todos miran embobados a ese dios o diosa del canto y tú piensas que por qué no has nacido con esa gracia para después responderte que si cantaras bien ya sería rozar la perfección personal. Palmadita en el hombro, alabanzas, piropos y miradas de admiración para esa única persona que entre los veinte de ese grupo ha nacido con el don de saber entonar y que tiene un timbre que hace que a los allí presentes se les ponga la piel de gallina. Ya nadie se atreverá a lanzarse, ningún otro ser inferior podrá dar rienda suelta a su gusto por el canto. ¡Es injusto!, ¡aterrador!, ¡inconcebible! Tendría que ser al revés: aplaudir al que no ha nacido con esa habilidad y que se atreva a cantar delante de tanta gente. Lo que más me gustaría en este mundo es poder abuchear al que se lanza a cantar, si es que lo hace bien. No me digáis que no sería alucinante…

Podemos imaginar que el porcentaje de gente que canta mal en este mundo tiene que ser superior al de los que cantan bien, ¿no? Pues eso imaginaba yo, pero no encontré datos que ratifiquen mi teoría: resulta que el 98 % de la población podemos llegar a cantar bien, si entrenamos; sólo un 2% de personas tienen la incapacidad de reconocer la diferencia entre las notas. Lo siento pero yo no quiero cantar bien entrenando: o me sale o no me sale.

Sé que tendré éxito en mi hazaña, seré como el flautista de Hamelín y reuniré a un extenso grupo de fieles seguidores para mi club. Ya que os he comparado con un grupo de ratas alienantes os puedo tutear: por eso y porque creo en mi lucha. Seguro que si cantas mal has sentido lo mismo que yo: eso es lo que une a los colectivos que bregan por una misma causa.

Interesados a mi club: cantad en la ducha y cantad en las reuniones. Abuchead a los elegidos, no tengáis vergüenza. Se acerca El Rocío, podemos montar una buena, ¡escribidme!

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