Calienta, que sales

16 de octubre 2025 - 03:06

Me refiero al nórdico, no al jugador que espera en el banquillo a ver si de una vez por todas puede salir al campo de juego y demostrar lo que vale. Estamos en octubre y todavía no hemos podido despedirnos de las chanclas ni de los pantalones cortos. Me entran sudores cuando veo los escaparates de las tiendas con los abrigos de paño y los jerséis de lana; está claro que algo no va bien. Se supone que los estudios en marketing están muy avanzados, y que saben perfectamente lo que el cliente necesita. ¿Alguien se ha comprado en estos días un pantalón de pana? Lo pregunto por curiosidad, no vaya a ser que sea yo la única que piensa que el comercio va con el pie cambiado.

Tenemos en el banquillo los nórdicos, la mesa camilla y las zapatillas con borreguito. Yo estoy deseando que bajen las temperaturas para ponerme la bata y comerme un chorizo a la brasa cuando vaya al pueblo. El chocolate caliente con churros se disfruta más cuando el aire corta y los níscalos, ya se sabe, necesitan lluvia y algo de fresco para asomar; tengo la cesta y la brocha preparada detrás de la puerta y no veo la hora de pasar por La Merced y ver el humo del puesto de castañas.

Ya tengo ganas de ponerme los zapatos del campo, esos impermeables que me compré el año pasado para caminar sin miedo de volver a casa con los pies empapados. Quiero meter las manos en los bolsillos buscando un poco de calor y arrepentirme de no haber cogido los guantes; subirme la cremallera de la sudadera hasta arriba, esconder la cabeza y dejar que el viento me revuelva el pelo, protegiendo mi garganta. Echo de menos ver el rocío sobre la hierba y pisar fuerte para romper las placas de hielo que se forman al amanecer, cuando salgo con mi tío Paco en busca de gurumelos.

Quiero ir a por jaras secas para que mi madre encienda la candela mientras mi padre prepara el desayuno, y discutir con él porque siempre acaba quemando alguna tostada. Sentarnos luego junto a la chimenea, cambiando de lado cada poco, intentando entrar en calor sin achicharrarnos, en ese baile torpe y delicioso que solo entiende quien ha pasado un buen rato frente al fuego.

Decía Janis Joplin que “el invierno no es una estación, es un sentimiento”, y estoy totalmente de acuerdo con ella. No se me ocurriría nunca recordar con nostalgia aquella noche de agosto, en plena ola de calor, cuando intentaba dormir y no podía. El frío, en cambio, tiene algo de abrazo y de pausa, de olor a café recién hecho y de vuelta a casa.

Ya he visto un árbol de navidad en la avenida Andalucía: a ver si esto anima a que bajen las temperaturas pronto. ¡Feliz jueves!

stats