El otro día vi cómo un ser humano, tras comprarse tres molletas, rasgaba la bolsa para coger un trozo con tan mala suerte para mi vista que tiró al suelo la mitad del envoltorio. La ira fue la que me hizo hablar y cuando pasó por mi lado le dije a este ser humano, en apariencia civilizado, que se le había caído la bolsa al suelo. Fueron diez segundos maravillosos en los que, con cara de no entender nada, su cerebro procesaba la información hasta que se dio cuenta de que una desconocida le estaba llamando la atención.

En vez de reconocer su error se vino arriba y admitió que lo había tirado él. A continuación, herido su orgullo, me dijo enojado que nadie le tenía que llamar la atención y lo siguiente fue echarle la culpa a la falta de papeleras. Había una a unos diez metros, aunque ahí le dije que tenía razón para darle un poco de cancha, que hacían falta más papeleras. Le respondí que era también responsabilidad nuestra ser cívicos y no ensuciar las calles por las que todos paseamos.

Mi acompañante de 86 años, asombrado testigo de lo acontecido, seguidor incondicional de la causa y armado con dos bastones de trekking de aluminio telescópicos MT100, abrió sus brazos y elevándose del suelo unos metros empezó a danzar cual samurái con sus katanas alrededor del ser incivilizado. Al grito de gañán y a la velocidad de la luz, Samurai Pérez inició un baile donde sus armas iban dejando por los suelos el ánimo y la soberbia del afligido. En menos de 5 segundos cayeron los pantalones, le rapó las cejas y el flequillo y le cortó las molletas en rebanadas de tres milímetros. Con el susto intentó salir corriendo, tropezó con los pantalones y estampó su cara contra una deposición olvidada por otro incivilizado.

No ocurrió todo tal como lo he contado pero hubiera estado genial ver al señor Pérez como un samurái luchando con sus bastones de trekking. Después me sentí mal, no es agradable discutir con un desconocido en medio de la calle; pero si evitamos el enfrentamiento por causas nobles no avanzamos como sociedad. Quiero pensar que la próxima vez se pensará lo de tirar algo al suelo, o por lo menos levantará la cabeza en busca de alguna papelera cercana.

Hay medidas que se pueden implantar para que las calles estén más limpias. Por supuesto que es trabajo de todos: es educación, respeto y civismo. Pero… ¿y si lo ponemos fácil colocando más papeleras? Faltan en las playas en invierno, faltan en los parques y en las calles. Es necesaria una buena campaña de limpieza con sanciones. Pongan a los agentes detrás de un kiosco espiando a los niños después de comprarse un Freskito. La multa es llevarlo hasta casa sujetándole por la oreja: lo peor es que los padres seguramente le pondrán una denuncia al policía en vez de echarle la bronca a su hijo.

Vigo es la ciudad más limpia de España, y del mundo es Oslo, en Noruega. Señores dirigentes, aprendamos de los que van primeros en las listas. ¿Cuántas papeleras ves en la foto?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios