Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

La caída del Imperio

Llegamos a este final de año con la sensación de asistir también a un final de época

Esto empieza a parecer la caída del Imperio Romano. O algo parecido. Señales inquietantes recorren una Europa azotada por una guerra provocada por un sátrapa instalado en sus fronteras orientales y que todavía no ha podido recuperarse de los efectos de una pandemia sin precedentes en un montón de siglos. La misma semana se han producido dos acontecimientos, no conectados entre sí, que reflejan este clima de marcada decadencia. En Alemania se ha desarticulado una trama golpista que parece de ópera bufa pero detrás de la que se esconde la debilidad creciente de la democracia liberal tal y como se conoció en occidente durante el siglo XX y el arranque del XXI. Un fenómeno que no es sólo alemán ni mucho menos. Mientras, en Bruselas se constataba el grado de podredumbre de la institución que debería representar mejor que ninguna otra el esfuerzo de sus países por caminar cada vez más juntos bajo principios de libertad. La trama de sobornos descubierta en el Parlamento Europeo, que parece propia de una película de serie B con guapa incluida, tiene toda la pinta de ser sólo la punta del iceberg de un organismo donde las prácticas lobistas y sus peores derivadas están a la orden del día.

Podríamos seguir por Polonia, por Hungría, por lo que ha pasado durante los últimos meses en el Reino Unido. Pero reduzcamos el foco y quedémonos en España. El país parece bordear un apocalipsis permanente al que echa leña al fuego un Gobierno que se ve acorralado y amortizado por la opinión pública y que ha emprendido una huida hacia adelante sin importarle mucho las consecuencias. Se está viendo estos días con la reforma del Código Penal hecha a la medida de unos cuantos o con leyes, como la del sólo sí es sí, que tiene el efecto de que violadores salgan a la calle. Pero en el clima que se respira en Madrid también tiene que ver una oposición cada vez más maximalista y que sólo piensa en las urnas o unos medios más interesados en jugar sus cartas políticas que en informar de lo que está pasando.

Todo ello contribuye a que lleguemos a este final de año con la sensación de estar también ante un final de época. Después del abismo de la pandemia nos asomamos a otro que tiene que ver con una crisis económica y con una de valores. Es esa doble crisis la que está convirtiendo en líquido todo lo que una vez fueron las bases sólidas que cimentaban una forma de ver y de vivir el mundo.

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