¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La nueva España flemática
Los psicólogos conocen bien los trastornos de disociación y de desrealización. Se trata de mecanismos de defensa mental que nos impulsan a negar la realidad porque la consideramos engañosa o falsa o manipulada por alguien que nos quiere hacer daño. Y cuando somos conscientes de un dolor o una pérdida o un problema grave que nos acecha, no queremos aceptar lo que sabemos que nos resulta demasiado doloroso o demasiado perjudicial. Y ahora mismo, esa percepción dislocada de la realidad estará asaltando a Pedro Sánchez en sus frenéticos vagabundeos por el laberinto de la Moncloa. Lo imagino hablando solo por los pasillos, gritando a los cuadros que penden de las paredes, dando vueltas erráticas por el jardín y correteando sin parar por los despachos desiertos. Pobre hombre, qué calvario estará pasando. Pero hay una cosa que podemos tener muy clara: por mucho que sufra, por mucho que esté viviendo una situación anímica intolerable, ese hombre no dimitirá. No, nunca, jamás. Y es más, cuanto más sitiado se vea, cuanto más problemática sea su situación, más se aferrará al cargo y más órdenes dará a unos subordinados que ya estarán tramando cómo traicionarlo y cómo deshacerse de él. La Moncloa, ahora mismo, tiene que parecerse mucho al búnker de Hitler tal como lo vimos en El hundimiento.
Cualquier persona mínimamente normal habría aceptado la derrota y se habría ido hace ya tiempo. Pero Sánchez no lo hará, igual que no lo hizo Franco en sus últimos años, cuando estaba cansado y débil y probablemente había perdido todo apetito de poder. Pero así y todo, decrépito y desencantado, aún se creía el único que podía salvar a su país –nuestro país– de la ruina y de la destrucción. Y además, sabía que si dejaba el poder su vida y la de los suyos podía correr peligro. Así que nunca se le ocurrió que debía dejar el poder y ceder su puesto a otros (al príncipe Juan Carlos o a su camarilla o a quien fuera). Y algo de esto le está pasando también a nuestro Sánchez. Si deja el poder y se queda sin sus abogados del Estado y su fiscal general y sus ministerios y sobre todo los infinitos dineros públicos con los que aún puede comprar lealtades y lameculos, teme quedar expuesto a toda clase de venganzas y atropellos. Así que no sean ingenuos: no se irá. No, no se irá.
También te puede interesar
¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La nueva España flemática
El mundo de ayer
Rafael Castaño
El grano
Voces nuevas
María Fernández
Andalucía en la voz
Quizás
Mikel Lejarza
23:59:59