Confabulario
Manuel Gregorio González
Narcisismo y política
Quiero pensar que esto mío le pasa a más gente y que no soy el único español (Dios, de verdad que espero que no) embobado con Pedro Sánchez, no por guapo, como cabría esperar, sino por esa habilidad suya para sacarse conejos de la chistera que, al menos a mí, me fascina hasta el punto de que, a menudo, trato de divertirme jugando a meterme en su cabeza y adivinar cuáles serán sus próximos movimientos o con qué intención está haciendo tal cosa o no haciendo tal otra. Es mi hobby, uno como cualquier otro, y aunque a estas alturas debería ser un experto absoluto, tengo que confesar que el presidente todavía consigue sorprenderme. Este lunes, sin ir más lejos, con lo del bostezo. Es su nuevo as bajo la manga: sois todos unos pesados, las noticias sobre los casos de acoso y corrupción en el PSOE son aburridas y lo interesante de verdad es la acción de Gobierno, dice el presi, y ustedes ahora se ríen, pero el mensaje terminará calando como caló lo del fango, ya lo verán. Calará en todas partes, menos aquí, claro, porque díganme para qué queremos en Huelva acciones de Gobierno como la nueva tarifa plana para el transporte público si cuando menos te lo esperas te tiras seis horas atrapado en un vagón de tren en medio de la nada, como ocurrió, serendipias de la vida, también el lunes. Convendrán conmigo en que lo de asistir a uno de los incidentes más vergonzosos de la ya larga trayectoria de incidentes vergonzosos de nuestro historial ferroviario justo el día en que se anuncia a bombo y platillo, bostezo incluido, el abono dichoso no es uno de los mayores tortazos que nos han dado a los de Huelva en mucho tiempo, y mira que ha habido unos cuantos. No seré yo tan injusto de culpar al ministro Óscar Puente -ya saben que es mi debilidad- de lo que no se ha hecho en treinta años, pero como me apuesto la paga extra y no la pierdo a que los fondasillones que tenemos por diputados por Huelva no le habrán dicho ni mu, voy a aprovechar para explicarle, y seguro que lo entiende, que con cosas como estas, sin solución a la vista y, encima, teniendo que andar pagando a medias la fiesta del transporte público sin tomarnos ni una Coca-Cola, se nos está quedando una cara de tontos que lo flipas. Ahora que el presidente ha puesto de moda lo de los bostezos y el aburrimiento, el nuestro con lo de las infraestructuras está llegando a tal punto de desesperación que le dan a uno ganas de irse a votar al más feo con tal de no dárselo al guapo, y, oigan, tal y como está el patio, un escaño arriba o abajo (y aquí en Huelva, les recuerdo, siempre hay uno bailando), puede dar mucho juego durante cuatro años.
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