Bienvenidos al despotismo

En tránsito

Por lo que se sabe de la ponencia del Tribunal Constitucional sobre la amnistía –y pido perdón por este arranque, que debería figurar entre las cien peores maneras de iniciar una columna–, nuestro gran Caudillo del Progreso ya cuenta con sus leyes habilitantes. Es decir, que si este proyecto se aprueba –y todo parece indicar que sí se aprobará porque los fieles a Sánchez son mayoría–, el Gran Líder del Progresismo Universal ya cuenta con el respaldo jurídico que le va a permitir hacer lo que le dé literalmente la gana. Espero ansioso algún estudio firmado por personalidades más autorizadas que yo, pero lo que he leído de ese proyecto pone los pelos de punta. “El legislador puede hacer todo lo que la Constitución no prohíba”, dice la ponencia. Caramba. Si la Constitución no prohíbe algo de forma “explícita o implícita” –los campos de concentración, la esclavitud, hundir a cañonazos los cayucos repletos de inmigrantes–, entonces esa conducta o esa ley puede ser perfectamente constitucional.

Es decir, que estamos ante una nueva versión de las ideas del teórico nazi Carl Schmitt que le concedían al legislador la potestad absoluta de hacer lo que le diera gana. O sea, que tenemos aquí toda la arquitectura jurídica que ha permitido gobernar a Putin, a Maduro, a Erdogan, a Bukele y a todos los déspotas que por ahí andan. Espero que Donald Trump tome nota pronto, porque la propuesta de nuestro Tribunal Constitucional le va a resultar muy atractiva: al fin y al cabo, eso es lo que desea con toda su alma, una legislación que le deje gobernar con las manos libres de leyes estúpidas y de tediosos contrapesos legales. Es asombroso ver cómo una ponencia que se ampara en un fraudulento progresismo se corresponda con lo que sueñan hacer todos los dictadores del mundo. Aleluya, hermanos.

Comprendo que estos temas nos aburran mucho y que todos estemos mucho más entretenidos discutiendo sobre Melody y Eurovisión. Pero nos están colando de tapadillo una reforma legal que concede poderes prácticamente dictatoriales a un gobierno –a cualquier gobierno– y aquí todos seguimos tan encantados de la vida. Pues venga, amigos, a disfrutar, que son dos días.

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