Bartolines

Crónicas levantiscas

Entusiastas, voluntariosos, delirantes, hiperventilados, gente afanosa pero poco aconsejable a quien no le encargaría un cometido delicado. Mejor detrás de la barrera. Semanas antes del verano de 1998 un joven concejal del PP de La Carolina, Bartolomé Rubio, Bartolín, simuló que había sido secuestrado en su pueblo por un comando de ETA. Aún estaba reciente el asesinato de Miguel Ángel Blanco, la banda terrorista mataba a concejales por todo el país y, en un principio, se le dio crédito al aviso que había recibido un diario de Jaén sobre lo que parecía otro terrible mazazo de la banda. Bartolín quiso ser un héroe popular por unos días con un desternillante relato donde contaba su traslado en tren desde Linares hasta Irún, donde finalmente pudo zafarse de sus captores. Descubierta su sonrojante trola y lejos de arrepentirse, explicó que así había querido mostrar su solidaridad a sus compañeros del País Vasco.

Leire Díez posa durante cerca de media hora delante las cámaras, quizás sea una buena concursante para Eurovisión pero como plomera no vale un duro, se confiesa socialista y periodista –“de investigación”, matiza– y nos explica que lleva “años” investigando una supuesta trama parapolicial, además de la de los hidrocarburos, con la que va a escribir un libro y pasearse por todos los medios de comunicación que le compren su delirante relato. Como a todos los frikis les atraen los flashes, el conseguidor Víctor de Aldama irrumpe, cita a Pedro Sánchez y a Santos Cerdán, recibe un empujón de Javier Pérez Poiset –otro– y lo que de por sí ya era un show se transforma en guion entre Torrente y los Coen, nos faltaría José María Ruiz Mateos.

La aguerrida socialista, menudo fichaje, una de aquellas primeras sanchistas que se unió a la banda de José Luis Ábalos y Koldo, quiere aparecer como la vengadora de todas las tramas en las que se ha querido involucrar a su partido y a Pedro Sánchez. En Ferraz se ha respirado con alivio cuando Leire accedió a darse de baja de modo voluntario, pero el caso se cierra en falso, nadie en el PSOE ha explicado aún hasta dónde llegaba la relación de la dirección con esta militante y cuántas de sus acciones eran fruto de su delirio. Quien la trajo desde Cantabria debería penar.

Al pobre Bartolín le condenaron a una multa por simular el secuestro, pero Leire Díez pisa sobre charcos de corrupción y amenazas, a ver cómo aguanta el estrés de las imputaciones.

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