Por las arenas del tiempo

El vino qué tiene el vino... La gente se arremolina... Es mostrador de taberna... A ponerme los zahones... Como brilla el lucero de la mañana... Se van batiendo, se van batiendo... Blanca y azul, blanca y azul... Todos los días del año yo soy feliz con mi gente... Allá en lo alto del cielo hay una estrellan encendida... No hay nada más grande ni al mismo tiempo más sencillo… Sueño con las marismas a todas horas... Dejan miles de pisadas... Por las arenas, nacen los cantes, mueren las penas... Sus ojos son dos luceros claros como el agua clara… Como los almonteños no hay quien te lleve... Carita de jazmín ampárame… Me paro en una esquina con mi mujer y mi hija, frente a nosotros circulan letras de sevillanas que escuchamos de manera intermitente. Ante nosotros pasa una sucesión de imágenes atemporales. De hecho pasan dos jóvenes vestidas de gitana y una mujer con arte y acento les dice: “Guapas, ¿os habéis perdido por el horizonte?”.

Mulos y caballos cruzando las calles. Botos. Pañuelos de hierba al cuello. Panderetas, cañas y tamboriles. Carros y carretas. El sonido de los arreos. Caballistas. Chaquetillas blancas y sombreros de ala ancha. Cohetes explotando su pólvora. Neveras de corcho con abastecimiento. La previsión de andar la distancia, de dormir al raso. Algunos animales se desorientan, el asfalto no está hecho para los cascos de los equinos, aún queda para el paso a la tierra, a las arenas. Pero el hechizo ya está echado.

Que todo cambia para que nada cambie. Tradición. El siglo XXI bebiendo de las raíces. Porque habrá selfies, stories, shorts, videollamadas y búsqueda de buena cobertura, pero también lo otro. Innovar no es cambiar, es hacer nuevo. Y eso es lo que pasa ante nuestros ojos. Las peregrinas y los peregrinos que van hacia El Rocío no buscan una experiencia centenaria, sino la suya. Y nos adaptamos. Ya se reduce el lanzamiento de cohetes por el bienestar común, y no se desluce nada. También hay una especial atención a los animales que participan de la peregrinación de las hermandades.

Y no sabría cómo llamarlo, pero frente a este desfile, se me enlazan imágenes, emociones, recuerdos, soniquetes, y agarrando la mano de mi hija, agarro también la de mis padres y del resto de eslabones de este modo de sentir, de celebrar, cuando se acerca Pentecostés. Es una manera de perdurar, de revivir y resentir. Así que, a quienes en estos días van a esa extraña aldea de emociones, buen camino, haced nueva esa mirada de la Virgen del Rocío y del Pastorcillo.

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