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David Fernández
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Pues los días pasaban tan insustanciales, tan cotidianos, una semana más, que uno no se esperaba un lunes cualquiera vivir en mitad del apocalipsis. Bueno, un simulacro. Unas horas de incertidumbre y desconexión. Sin electricidad. Sin luz. Con redes móviles que iban y venían. Y mi hija preguntándome si así era vivir en los años 80. Le dije que más o menos, que se cocinaba con gas y que en la tele, si no había emisión, aparecía la carta de ajuste. Se sobrevivía bien sin YouTube y sin plataformas de vídeo. También pasamos el apagón. Por ahora ha quedado como una suma de situaciones, de cómo lo vivió cada cual: en casa mientras cambiaba unos cables, en mitad de una videoconferencia de teletrabajo, en la calle cuando iba a cambiar el semáforo, en el ascensor hasta que un vecino acudió al rescate, en el lugar de trabajo. Corrieron los rumores. Se encendieron las radios, algunas rebuscadas en el cajón del olvido. Y hubo una sucesión de oleadas a los supermercados. Esta vez hubo papel higiénico suficiente, pero las latas desaparecieron. Hubo también quien se llevó pan para hacer bocadillos y migas para dos municipios. Cosas del descontrol y la inseguridad. Vamos a estar así unos pocos de días, se llegó a escuchar. Y quién niega nada en mitad de un proceso tan atípico. Lo mejor de todo es que en la misma semana esto ya ha quedado como un anecdotario, ¿a ti dónde te pilló el apagón?, es la pregunta, aún sin causa probada.
Es normal. A saber si el 28 de abril de 2025 no acaba saliendo en los libros de historia moderna. Pero en ocasiones deberíamos poder tener esa capacidad de retención de unas horas en momentos vitales cotidianos. Porque al final, lo que se demuestra es que la vida es en sí misma extraordinaria. Hay tantas preguntas que plantearnos… ¿Dónde te pilló la última lluvia? ¿Con quién viste la última película en el cine? ¿Dónde estabas cuando floreció la rosa de la terraza? ¿Cuál fue el último libro que te emocionó? ¿En qué rincón de la ciudad tienes más recuerdos con tus padres? ¿Con quién compartiste el primer día de mayo? ¿Cuándo has reído por última vez a carcajadas? Tantas… Convertimos la magia de vivir en cotidianidad, olvidando el regalo del presente. Vivir es urgente, es el lema que nos dejó Pau Donés. Pues eso, la verdadera urgencia, la verdadera emergencia, es vivir. Ni más ni menos. Que cada segundo sea parte de las anécdotas vitales. Lo contrario es el verdadero apagon.
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