En tránsito
Eduardo Jordá
¿Tú también, Bruto?
Hoy es sábado y España despierta con esa imagen que ningún gobierno quiere ver: agentes de la UCO entrando en los ministerios de Hacienda y Transición Ecológica, en Correos y en Cofivasa. No es ruido político. No es una filtración interesada. Es el Estado actuando sobre el propio Estado. Son registros autorizados por un juez que obligan a mirar de frente una realidad que ya no se sostiene con frases de resistencia. La entrada en Hacienda es un golpe institucional. Allí se decide cómo se recauda, cómo se gasta, cómo se sostienen servicios públicos y equilibrios presupuestarios. Y su responsable no es una figura menor: María Jesús Montero es vicepresidenta del Gobierno, número dos del PSOE, referente territorial en Andalucía y pieza esencial del proyecto de Sánchez. Su horizonte político, antes calculado al milímetro, hoy depende de unas diligencias que pueden mover placas enteras del poder, sobre todo desde la detención de su ex presidente de la SEPI, Vicente Fernández. Tampoco es menor el registro en Transición Ecológica, un ministerio clave en la gestión de fondos y decisiones estratégicas. Ni irrelevante lo ocurrido en Correos, una empresa pública arrastrada por sospechas desde hace años, especialmente desde las últimas elecciones del 23 de julio. Ni anecdótica la aparición de Cofivasa, esa compañía opaca que de pronto se convierte en nodo inesperado de una investigación que crece como un mapa que todavía no conocemos del todo. Mientras la justicia avanza, Moncloa se repliega. El presidente borró su agenda ayer. Hoy tampoco aparece. La sede del Gobierno, cerrada como un búnker, transmite la sensación exacta que quería evitar: la de un poder acorralado. Ese silencio no es prudencia; es una señal. Las detenciones, casi a una por hora, y de tres en tres más la macroperación policial, es demoledor. No es un caso aislado. Deja al Gobierno atrapado entre su relato y los hechos. Y los hechos, esta vez, entran con guantes, cajas precintadas y órdenes judiciales. La pregunta ya no es qué dirá Pedro Sánchez cuando reaparezca. La pregunta es cuánto puede atrincherarse en un poder que necesita para sobrevivir. Hoy la justicia habla. El Gobierno calla. Tarde o temprano, alguien en Moncloa tendrá que decirle al presidente lo que nadie se atreve a pronunciar en voz alta: Se acabó, Pedro.
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