Juanma G. Anes
Tú, yo, Caín y Abel
Los afanes
Desaparecen las razones. El miedo no es buen compañero, nunca lo ha sido. El miedo no es nuestro aliado, el miedo genera una capacidad de destrucción, provoca la falta de prudencia. Antes teníamos miedo de las ausencias y ahora tenemos miedo de las presencias. Sí, desaparecen las razones. La política se ha convertido en miedo. Y a todo esto hay que añadir lo que denominan la "nueva normalidad". La política, en estado de alarma y fuera de este estado, no es más que miedo, ausencia de educación, desconocimiento de la cultura y, de paso, se aprovecha muy bien para realizar acciones bolivarianas. Estamos todos confinados en el miedo.
La política actual es una dicotomía, los buenos y los malos, los guapos y los feos. Pero todos poseen ausencia de educación y de cultura. Son políticos para sí, nunca para los otros. No es el momento de apoyar al PSOE. No es el momento de Pablo Casado. No es el momento de nadie, o mejor, es el momento de alguien que no existe en España. Desgraciadamente estamos faltos de estadistas, de hombres de Estado. Por este motivo desaparecen las razones.
Se empeñan en abrir las heridas. Y las heridas no se pueden abrir. Las heridas se acaban cuando todos los implicados mueren. Y la vida continúa, la vida sigue. Pero se empeñaron en abrir las heridas, y ello generó en odio, en ira, en ausencia completa de bondad. Ya comenzamos a votar en contra de nuestra propia conciencia, en contra de nuestras propias razones.
Los abuelos hablaban hace años, a lo largo de toda la historia, los abuelos siguen hablando ahora. Y todos los abuelos del mundo tenían y tienen razón. La razón de la experiencia, la razón de la sabiduría. Busquemos a los abuelos. Aprendamos de ellos. Escuchémoslos con atención. "Perdóname por ir así buscándote / tan torpemente…", escribía Pedro Salinas. Vamos a buscarlos, a descolgar el teléfono. Que se nos grabe a fuego esa razón que tenían y que tienen, y que dista mucho de las razones nada objetivas que escuchamos a los políticos actuales y a sus acólitos.
Heine cuenta en sus memorias todos los deseos de su madre hacia el futuro de su hijo. En el fondo esa mujer deseaba, de acuerdo con las circunstancias de cada momento, lo mejor para su hijo. Pero ese "lo mejor" siempre se ve supeditado por miles de razones externas. Al final la vida sabe colocar a cada cual en su sitio.
Schopenhauer escribe en Metafísica de las costumbres sobre el carácter adquirido, el que se obtiene a lo largo de la vida. Los abuelos saben mucho de esto. Tenemos que escucharlos.
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