La firma

Antonio Fernández Jurado

Vulcanólogos, tancredos y pirómanos

20 de julio 2013 - 01:00

HEMOS descubierto en días pasados un intento de vinculación entre la vulcanología y la política. Se nos ha dicho, por un inspirado vulcanólogo: "… el PP está apoyado sobre tres volcanes: paro, Bárcenas y Cataluña…". Rotundamente cierto. Pero ¿acaso el vulcanólogo no tiene también los pies metidos en lava?: "…Cataluña (PSC), organización interna, ERE y algo que ver con el paro, ¿o no?". Creo que, también, cierto. Se piden soluciones y se oferta una moción de censura. No se la cree ni el vulcanólogo -salvo que quiera inmolarse- y se agarra a las palabras de un presunto delincuente para obtener un rédito electoral que no es capaz de conseguir por la vía de la acción política. Enfrente, el enrocamiento, según modelo arriolístico -seguramente el asesor mejor pagado por equivocarse continuamente- del presidente del Gobierno, con quien coincido que no es Bárcenas el que decide su agenda, pero sí que le debe explicaciones a los ciudadanos, ni siquiera al Congreso de los Diputados (por mucho que represente la soberanía popular) y, sobre todo, exigir celeridad a la Justicia para resolver la cuestión. ¿Pero la verdad cuál es? Sencillamente, que estamos rodeados de pirómanos, más que de vulcanólogos o tancredos. Porque son ellos los que dirigen y representan muchos de sus respectivos equipos y aparatos o coyunturales aliados, quienes tienen a este país en riesgo de incendio permanente y, por extensión, a los ciudadanos que a la postre seremos los quemados, pues ellos siempre encuentran vías de salida indemnes. Nos pretenden, continuamente, manipular y enfrentarnos buscando sus intereses particulares por encima de los generales. Acusan al adversario de los mismos errores que ellos también cometieron pero ocultaron. Eso se llama incoherencia y así estamos. Las instituciones legislativas, desacreditadas por ineficaces u obsoletas. Las de Justicia, bajo mínimos en su crédito popular, y el Ejecutivo, enrocado sin mover un dedo para desdecir a los pirómanos, sean de origen presuntamente delictivo y/o mediático, al tiempo que ofreciendo un traje ignífugo al vulcanólogo de al lado. Ciertamente lamentable, salvo que este país, que tiene una histórica vocación suicida, al final siempre sale adelante. Esperemos así sea, y pronto, porque entre vulcanólogos, tancredos y pirómanos, estamos arreglados, o acaso aún no nos hemos enterado que hace treinta años enterramos a Montesquieu y no somos, realmente, una democracia.

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