El Malacate

Javier Ronchel

jaronchel@huelvainformacion.es

Veneno y antídoto para la fresa de Huelva

El episodio esperpéntico del intento de boicot alemán y la visita del Bundestag ha llevado al sector a la unidad y a reclamar una solución alejada del ruido político que tanto perjudica

EL esperpento llegó esta semana a la polémica de los regadíos con la visita de un grupo de parlamentarios alemanes a España. Eran los miembros de una comisión del Bundestag, ese de la ostentosa cúpula creada por Norman Foster. De allí salieron directos a la tierra vacacional favorita de sus paisanos para averiguar qué sucede con Doñana y los cultivos de la fresa de Huelva, que también es la preferida en su país. Pero el programa de la visita no incluía el paso por esta provincia, donde están las fresas y donde está Doñana. Sólo estaban previstas paradas en Sevilla y en Madrid, y, si acaso, Almería. Ni Huelva ni tampoco, en territorio neutral, alguna reunión con las principales asociaciones de productores y exportadores de los frutos rojos.

La cordura, al final, se impuso. Más por imperativo propio, desde el mismo Bundestag, que por invitación ajena, española, a volver por el camino que llegaron. Apenas tuvieron dos encuentros en Madrid, en el Ministerio de Consumo y en el de Transición Ecológica, antes de regresar para evitar injerencias en la campaña preelectoral española, como excusaron su marcha.

Sólo el planteamiento del viaje hasta aquí, aún sin llegar a salir del Reichstag, era un despropósito que sólo podía desprestigiar a España y devaluar su posición en el contexto europeo e internacional. Pocos entendieron aquí el sentido de que unos parlamentarios de Alemania (no unos europarlamentarios de Bruselas) tuvieran que desplazarse a otro país de la UE para investigar sus prácticas ambientales y agrarias. Y en el caso de que eso fuera justificable, que lo hicieran sin pasar por la provincia que centra la polémica ni reunirse con quienes están en el centro de la diana, los agricultores, vilipendiado todo un sector por un proyecto de ley que afecta a un 6% del total.

La supuesta investigación de los parlamentarios alemanes partía con todos los sesgos alimentados desde aquí y propagados en el exterior. Y así ha sido como días atrás se lanzó una campaña de recogida de firmas en Alemania para pedir a las grandes cadenas de distribución del país que prescindan de la fresa de Huelva en sus supermercados, para “no contribuir a la destrucción” del Parque Nacional de Doñana. La respuesta del Parlamento alemán, con diputados de todos los partidos, fue programar un viaje a España para ver lo que sucedía. Sin pasar por la provincia de Huelva, claro.

Este episodio alemán es sólo el reflejo de lo que viene sucediendo en España hace meses. La discusión se libra en el ámbito político, más que en el técnico, y en Madrid y Sevilla, antes que en la provincia de Huelva. El sector de la fresa onubense, más que los agricultores afectados por la ampliación de regadíos propuesta, han visto que se les ha criminalizado y se les ha dejado de lado, sin opciones de participar en un debate que ha traspasado todas las líneas rojas posibles, incluida la del decoro y las buenas formas.

Seguramente lo peor que le ha podido pasar a los frutos rojos ahora, más que el absurdo boicot alemán o la visita de los diputados del Bundestag, es el adelanto electoral anunciado por el presidente del Gobierno para el 23 de julio. Otro mes y medio de beligerancia política por delante con la mirada en las elecciones y en la caza de votos. Pero ni unos han conseguido tanto como esperaban en los municipios afectados ni otros van a sacar rédito de esa pretendida bandera proteccionista que pudieron mostrar de múltiples formas mucho antes de utilizarla como arma para contener el efecto del nuevo valor popular en que se ha convertido Juanma Moreno en Andalucía.

La pasada de frenada se ha dado en ambos lados. A estas alturas, todos los saben. También, los propios agricultores. Los mismos que piden dejar los discursos políticos a un lado y abordar soluciones con realidades encima de la mesa, sin distorsiones. No se admiten manipulaciones interesadas que acaben ensuciando el prestigio de un sector que lleva muchos años de innovación y desarrollos de alta tecnología para minimizar el uso del agua, por pura economía propia y por conciencia de la limitación de recursos en el entorno en el que nos encontramos, que conocen mejor que nadie.

Es momento de echar el balón al suelo y pararse a analizar el escenario con calma. Y convencerse, por ambos lados, de que sólo es posible una salida pactada, dialogada y alejada de las cámaras, los micrófonos y los perfiles de Twitter, que tanto daño han hecho también este tiempo.

El jueves pasado apuntaban en esa dirección los propios productores onubenses, partidarios de que se puedan empezar negociaciones a puerta cerrada, sin que trasciendan los términos ni siquiera la existencia misma de reuniones. Si socialistas y populares fueron capaces de hacerlo para acabar con una banda terrorista, ahora no deberían tener ningún problema en hacer algo parecido con un tema menor pero de Estado.

Esta semana tan revuelta en su comienzo por la intervención alemana ha dejado también en positivo la renovada unidad del sector para hacer frente a la intoxicación y el veneno que mancha la fresa de Huelva. Y con orgullo se exhibió en ese desayuno informativo organizado por Huelva Información el jueves, del que salieron con el convencimiento de las fortalezas de una agricultura de calidad y tecnología pionera en Europa en la eficiencia y la sostenibilidad, desde muchos años antes de que cualquier polémica estallara.

Decían el mismo día que la mejor respuesta a un boicot al sector es adelantarse poniendo en conocimiento de los mercados y los consumidores todo cuanto se hace desde décadas atrás para que una agricultura intensiva de este tipo sea compatible con el entorno. Y el destino ahí no sólo debe ser Alemania o Europa, sino España, Andalucía e, incluso, Huelva. Porque no se va a convencer a nadie de fuera si antes no se hace con los que están en casa.

Los antídotos para el envenenamiento progresivo del sector parecen ya identificados. Sólo falta ahora que se apliquen con la corrección debida y tengan el efecto que todos deseamos. Porque nadie dude que en Huelva se conoce la dimensión y el valor de Doñana, igual que la aportación de un sector agrícola que es uno de los sustentos económicos de la provincia. Huelva está tan olvidada y maltratada en todos los ámbitos, engañada a lo largo de años y campañas electorales, que más que obstáculos en lo poco que tiene, necesita de estímulos, y soluciones. Qué mejor que buscarla ahora para la agricultura y Doñana.

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