Ramón Llanes

Universo Jarcha

El WofestHuelva estrena Generación Jarcha en el Gran Teatro y Ramón Llanes, escritor y amigo de los componentes del grupo desde los primeros tiempos, recrea en este artículo el Universo que generó este grupo que nació en Huelva en el 72

Aquel día nos despertó una música nueva que no adivinamos de dónde venía; acaso un festín de jóvenes del reverso de la sistemática ética que se formaban en una locura de patio o acaso unos rebeldes al odio que amanecían y nos hacían amanecer. Por ellos supimos que la luz y la copla se comparten, que los cantes perdidos en nuestros pueblos podían elevarse al rango de sinfonía y que un segaor con melodía podría llegar a ser un dios en el pentagrama. Luego se nos apareció delante de la incipiente barba el contexto existencial nunca pensado, proveníamos de la mitra, del sable y de los credos, éramos párvulos en vida y aquel giro a las maneras de cantarnos y enamorarnos nos espabiló el espíritu.

Desde entonces aprendimos a despertar, a caminar con “la copla que está en mi boca”, a engancharnos con los asuntos de los andaluces de Jaén y sobre todo a masticar verso a verso la elegía de Miguel Hernández, tan prohibida, tan oculta para nosotros. Vinieron canciones, estilos, libertades, sueños, utopías, horizontes; incluso nos llegó un aire fresco de arte distinto que los acordes nos metieron en las entrañas. Estábamos esperando esta insolencia, dormíamos despiertos, se nos acumulaba la tarea de manifestarnos por la constitución de los derechos y otros nos tacharon de majaras de nueva ola con pelos largos y la discordia en los modos; no nos entendieron, era todo lo contrario, proponíamos querernos. De pronto surgió la razón madre, una libertad sin ira que solicitábamos a voces, un glosario de comportamiento para nosotros y para las próximas tres mil generaciones y lo conseguimos en demasía, ahora que lo pienso.

Fue el universo JARCHA, desde Huelva, el principal culpable de toda esta orgía de sentimientos, deberes y quimeras descubiertas. Escribo porque no podía aguantar más las lágrimas de felicidad que la agradecida memoria me produce.

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