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La cosa anda así: la investidura de Pedro Sánchez depende enteramente de un político que está en la cárcel por liquidar la Constitución en una parte de España y de otro que se exilió para no pagar por lo mismo; uno y otro no esconden jamás que lo volverían a hacer (declarar la independencia de Cataluña) en cuanto pudieran; sus partidos acaban de proclamar en el Parlament el derecho de autodeterminación que no cabe en la Constitución española y exigir la libertad de los CDR que preparaban explosivos y planeaban asaltar esa misma Cámara; Sánchez piensa gobernar en coalición (ya se han repartido los cargos) con el partido que no le dejaba dormir, el único partido nacional que avaló el referéndum ilegal del 1-0, rechazó la aplicación del artículo 155 y proclamó la existencia de presos políticos catalanes; el candidato, espoleado por uno de los partidos separatistas, coge al fin el teléfono para hablar con el encargado visible del otro -el que pedía a los vándalos que apretaran y quemaran-, enmascarando la charla con llamadas a los otros presidentes autonómicos, con lo cual mosquea al catalán, que exige trato privilegiado y diferenciador; el calendario de la investidura, y su propio éxito, pende de las relaciones entre los dos independentismos, sus hojas de ruta y calendarios.
Esto no es normal, como están avisando los socialistas más lúcidos y sensatos, la mayoría con la boca pequeña, como corresponde a un partido que Pedro Sánchez ha deshecho y rehecho a su conveniencia y a su gloria. De modo que la única salida tampoco sería normal: el pacto de Estado para una legislatura corta entre PSOE y PP, mejor con Cs aunque no sea imprescindible. Si Sánchez y Casado pactasen tres o cuatro grandes asuntos (entre ellos, los Presupuestos), Sánchez podría gobernar en solitario por un tiempo también pactado, sin necesidad de compartir Consejo de Ministros con quien tarde o temprano lo romperá ni depender de los secesionistas que más temprano que tarde volverán al monte.
Si Casado tuviera sentido de Estado, sentido de la responsabilidad o patriotismo de verdad, iría el lunes a plantearle a Sánchez algo parecido a esto. Cierto que con un pacto así dejaría la oposición en manos de Vox y Podemos una temporada, pero él demostraría ser un líder constructivo, serio y no cortoplacista. Sobre todo, pondría el interés de España por encima del interés del PP. ¿Y no es eso lo que dicen todos de sí mismos? O eso o el desastre que se aproxima.
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