Confabulario
Manuel Gregorio González
Narcisismo y política
LA palabra la escuché de un asistente a un seminario de formación en habilidades directivas, seguida de una frase que me llamó la atención: "Soy un desagradable a tiempo parcial". La palabra en cuestión, que no figura, y debería, en el diccionario de la RAE: sincericidio; la cual podría muy bien hacer alusión al acto de suicidarse socialmente cuando se aplica la sinceridad en el ejercicio de la comunicación con los demás. Como tal suicido lo es en sentido figurado, al aplicar una comunicación honesta, tanto de obra como de palabra, la consecuencia suele ser el desapego, cuando no la exclusión, de parte de la gente con la que te relacionas. A cambio, incorpora a tu círculo un reducido número de personas con quienes establecer relaciones de calidad: es decir, aquellas que tienen un buen fundamento de fondo, asumiendo que en algunos momentos se atravesarán situaciones difíciles.
Toda relación de calidad pasa por algún momento complicado, pero si la base es sincera y honesta, la solución y la continuidad de la relación prevalecerá. Intuyo que el resultar desagradable es consecuente tras aplicar el sincericidio si se pretende poner a salvo un mínimo de dignidad, que en las personas decentes es lo que corresponde y es imprescindible salvaguardar. Aplicar el sincericidio debe acompañarse, en un primer acto, en paralelo con agradables formas; más dudas caben cuando haya que afrontar las respuestas. De las personas excesivamente o siempre agradables, desconfíe. La amabilidad o nace de la clase y la elegancia, y por tanto se puede apreciar en los detalles adyacentes y de sintonía fina, o es un instrumento de manipulación. De tal manera que a partir de ahora, y era una lección que ya había empezado a aprender sobre mí mismo, empezaré a valorar mejor a las personas desagradables, a las que en mi descargo debo decir que no tengo tendencia a rechazar. No en vano siempre he recibido mayor honestidad de desagradables que de amables.
Cuando se dice lo que se piensa se suele molestar, en primer lugar porque se evidencia lo que el otro suele detestar: que tú sabes, y también porque las más de las veces la sinceridad pone en evidencia y riesgo la posición del otro. Ambas cosas sitúan al sincericida en una posición de no manipulable consciente, lo cual atenta contra la posición del manipulador de tres formas muy perniciosas para él: el hecho de haber sido desenmascarado, el riesgo de ser revocada su posición y la imposibilidad de manipularte. A medida que me voy haciendo mayor voy notado mermas en mi amabilidad formal, que no de fondo, a la que se une una mayor tolerancia emocional al rechazo, lo cual interpreto como la señal inequívoca de que progreso adecuadamente. Lo había confundido con la capacidad de decir lo que pienso. Ahora sé que se llama sincericidio.
Por cierto, sí. Incorporaré el sincericidio, no como habilidad directiva, pues no lo es, sino como condición indispensable del carácter directivo, dado que dirigir personas es consustancial a la forma de ser y la calidad de las relaciones es condición directiva de primer orden en todo jefe que se precie.
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