Silvia vive en la planta alta de una casa vieja. Veinte escalones que sube y baja varias veces al día. La casa está en un pueblo como otro cualquiera, uno de esos pueblos que han estado ganando población gracias a la agroindustria. De hecho Silvia ha trabajado en el campo muchas veces, en alguna cooperativa también. Aunque también en la hostelería, limpiando casas y cuidando niños y ancianos. Trabajar es lo que ha hecho durante toda su vida, desde que era una cría.

Silvia no es pobre. Bueno: ella considera que no es pobre, va encadenando trabajos, con contrato o sin él. Ninguno le ha durado más de 6 meses. Pero como es inquieta enseguida encuentra alguna otra cosa. Tampoco ha cobrado nunca más de mil euros en ninguno de los trabajos que ha realizado. Por supuesto ha hecho horas de más, y en alguna ocasión no ha cobrado el trabajo realizado. Para ella todo eso es bastante habitual.

Silvia no es inmigrante. O más bien: ella piensa que ya no lo es. Lleva muchos años en este país, tiene todos los papeles, y casi ha perdido definitivamente su acento. No tiene pensado volver a su país de nacimiento: no tiene ya nada ni nadie allí. Y aunque no se siente inmigrante hay un momento, un lugar exacto, una barrera invisible que sigue ahí, que la deja aparte durante una fiesta, o en determinadas conversaciones, algo sutil pero no por eso menos doloroso.

Silvia es razonablemente feliz. Le gusta vivir y le gusta disfrutar de los momentos, de los encuentros. Puede permitirse pocos placeres, pero cuando llegan sonríe y se deja llevar. Tiene una familia mediana: un par de hijos y su madre, y un ex-marido que a veces vuelve a casa a lamentarse y a buscar cobijo. Todo muy civilizado, todo muy previsible y familiar.

¿Por qué Silvia, con un sueldo que siempre está por dejando de los mil euros, saltando de contrato en contrato, viviendo de alquiler en una casa sin ascensor y con humedades, inmigrante para siempre a los ojos de sus vecinos de toda la vida, hija, madre y esposa a tiempo completo, por qué Silvia se ve a ella misma con optimismo? Pues porque hay cientos de miles de personas en la misma situación que ella: viviendo en los márgenes, con algo menos de lo justo, con algo menos de Derechos, con algo menos de oportunidades. Eso es lo peor de la brecha social: que se termina por no ver el otro lado.

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