No sé si conocen esa significativa anécdota que cuenta, en algunas de sus espectaculares conferencias, Toni Nadal sobre su sobrino. Explica que, antes de un duelo de Rafa contra el mito Federer, su discípulo le preguntó: “¿Cómo ves el partido?”. Y su tío le respondió: “Lo veo complicado: Federer tiene el drive mejor que el tuyo; su revés es también mejor que el tuyo; su volea es mucho mejor que la tuya y…” -decía el entrenador- “cuando fui a soltarle ‘en el saque tampoco hay color’ Rafa me interrumpió y me dijo refunfuñando: ‘¡Para, para, para! ¡Vaya moral que me das para salir a la pista!’. A lo que yo le respondí: ‘Si quieres te puedo engañar, pero dentro de un rato el que no te va a engañar es Federer, así que más vale que sepas a lo que te tienes que enfrentar y, a partir de aquí, vamos a buscar soluciones’. Esta ha sido una parte de mi forma de entender el entrenamiento: aceptar la realidad, una cosa bastante complicada hoy en día cuando parece que siempre tenemos que dar a los nuestros mensajes positivos, decirles constantemente que son los mejores, que son muy buenos… Y yo creo que eso no es un buen principio”. Ni a él ni a Rafa les fue mal con esa filosofía: realidad, cero excusas, ambición...

Siempre he desconfiado tanto de los que halagan sin miramientos, esos seres extraños que hacen sentir a cualquiera el rey del mundo a la primera de cambio y sin apenas conocerle, como de los eternamente avinagrados, esas personas que ya puedes estar celebrando que te han hecho fijo en el curro o que te ha tocado el bote del Euromillones que son capaces de ponerle a tal momento una puñetera pega por ridícula que ésta sea. Hay un lugar que se llama término medio y ahí tratamos de estar, lo prometo.

Hay a quien le sigue chocando la crítica y no soporta oír que aunque el Decano vaya segundo, por ciertas variables ya explicadas, no es ciertamente una maravilla; hay a quien exigir un ascenso (¡desde Tercera!) le parece poco menos que poner en riesgo al Club (¿?). Hay a quien tener recelo ante los duelos decisivos que se avecinan, por muchas sensaciones vividas, le suena a ataque personal; y protesta, y justifica, y excusas aquí y allá… Justo lo que no soportaba nunca el gran Toni de don Rafael Nadal.

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