Se llama Saba y se llama Nasrin y Reza y Farhad y Azam y Shima y Shaparak y Maryam y Narges y Vida. Son mujeres que se pudren en estos momentos en las cárceles de uno de los regímenes más tiránicos del planeta Tierra: el iraní. Un sistema totalitario en el que las mujeres valen menos que una cabra.

Las arriba citadas han cometido el peligrosísimo delito de quitarse el velo de sus cabezas. Ese velo que las discrimina como mujeres, ese velo que políticas y periodistas españolas, modernas de toda modernidad, han corrido a ponerse sumisamente cada vez que han aparecido por allí. Omito nombres por caridad. Sí, esas mismas que cada 8 de marzo se manifiestan dando grititos y saltitos ridículos y hablan, ¡qué cara!, en nombre de todas las mujeres. ¿Han visto ustedes muchos telediarios en los que se haya comentados las biografías y los hechos protagonizados por estas bravas mujeres iraníes? ¿Para cuándo se ha convocado una manifestación delante de la embajada de Irán en el que millones de feministas españolas vayan a protestar porque a Saba le han caído 24 años de cárcel por quitarse el velo y a Monireh, Yasaman y Mogjan 55 años en total por lo mismo y así hasta casi una docena de mujeres más? No espero respuesta. Ya la sé: nunca. El feminismo español y occidental, en general, es tan pobre, tan miserable y tan falso que sólo algunas mujeres interesan. Si una mujer es violada por un guardia civil abrirá los telediarios durante meses, si otra es secuestrada, torturada y violada repetidamente durante días por una manada de argelinos, el silencio será la norma. Sólo repugnante silencio, estruendoso silencio, sonrojante silencio. Nuestras feministas son así.

Yo pongo hoy mi pluma y mi columna a disposición de estas mujeres que están en una lucha estremecedora. Yo no tendría valor para hacer lo que ellas están haciendo. Se han quitado el velo en público, lo han atado a un palo y lo han ondeado en una autovía. Se han arrancado el velo en un vagón de mujeres del metro de Teherán, porque las mujeres viajan separadas de los hombres, y han alentado a las demás a hacer lo mismo. Han soportado detenciones y palizas delante de sus hijos. Y todas las humillaciones que imaginarse pueda, incluida la de un juez que les dijo: "Os haré sufrir a todas". En los días de la más dura represión a estas mujeres, el ministro iraní de Asuntos Exteriores fue invitado al G7 y nuestro presidente y los demás impresentables que andaban aquellos días por Biarritz lo saludaron, lo abrazaron y almorzaron con él. Como si nada. Tal como nuestras feministas.

Mi corazón y mi pluma vuelan hoy hacia vosotras, bravísimas mujeres iraníes.

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