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Rafael García Wakelin

Rostrillo al viento

20 de septiembre 2015 - 01:00

SOÑANDO estaba la luz de la tarde de esta Huelva nuestra de prendarse del sonido del repique de las campanas de la Concepción, para celebrar su partida hacía el altar desde donde volvería triunfante y coronada. La Virgen de los Dolores de la Oración cimbreaba el marianismo y la devoción de una tierra que en nada oculta su trayectoria en el amor a la Virgen.

Ella puso su dulzura prendida al lustre de los tiempos y los recuerdos. Las vicisitudes, los anhelos, los sueños, las ilusiones y las esperanzas han palpitado en la memoria de todos los hermanos de una cofradía que ha vivido en su nómina con el valor de tantos cofrades de incontestable aportación al porte y al señorío que tiene y a la Semana Mayor de Huelva.

La hermandad ha hecho firme su obra social, en testimonio de la permanente inquietud que ha de velar en las hermandades en la intención de todo lo mejor para el prójimo. Ayer esta hermandad dejó su erección momentáneamente en el templo inmaculista para que fueran las muchas devociones que aglutina tras de sí María Santísima en una dolorosa advocación que solo oculta la sonrisa en la belleza de la mirada perdida de su rostro maravilloso y dulce, las que dieran muestras de cuánto la quiere esta ciudad.

Todo se ha consumado pero el momento nunca pasará. Ella nos sorprendió de nuevo con el matiz de su belleza. El rostrillo al ritmo de las levantás como siempre. Su palio otorgó poesía a la elegancia como siempre. Que tu manto nos cubra con el aroma de ilusión y fervor precisos para los día venideros. Tú volviste a convertir en tu armoniosa capacidad de encumbrar a los tiempos Septiembre en primavera.

La tercera vez que esta ciudad hizo vibrar sus siglos de historia para ver de nuevo a otra maravilla dolorosa coronada, todas pos La Cinta por supuesto. Porque aquí las cosas han vibrado no mucho a lo largo de los tiempos pero cada vez que lo ha hecho lo ha vestido de contundencia. Ayer una vez más lo vivimos como la primera, porque cada instante se prendió de un olor diferente, entre el piar de los pajarillos en esa Plaza de las Monjas tan nuestra y que no podría llamarse de otra manera en una tarde dichosa y diferente.

Que su corona sea y sirva para todo lo mejor en el nombre de la Virgen y para todos los que la queremos. Que ese rostrillo que me enamoró un día no deje nunca de blondar la perfecta belleza del dolor de la Madre de Dios. Ese rostrillo que se posa dulcemente cada Jueves Santo sobre la inclinada melodía de elegancia de su rostro. Ese rostrillo que hace aún más sublime si cabe la perfección en el tránsito de las lágrimas que no fueron ayer de dolor al acariciar sus mejillas.

Nos encandilaste de belleza una vez más con tus mejores galas. Paseaste en tu palio de esplendores y nos hiciste feliz al verte llegar al altar. Nos recreamos ante Ti para pedirte todo lo mejor y que nunca te olvides de hacer de nuestra Huelva el lugar que brille siempre de esa forma diferente que siempre tiene para Tí.

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