Todo llega e inexorablemente también, llegan las elecciones. Municipales y regionales o comunitarias como hemos dado en llamar. Importantes y trascendentales en muchos casos en cuanto a la elección de las corporaciones que regirán nuestros consistorios en los próximos cuatro años. Por muy pequeña que sea la población, por muy pocos que sean sus habitantes – la España irremediablemente vaciada de la que tanto se habla -, el voto entraña una inquebrantable responsabilidad. Bien es verdad que la Ley Electoral, el sistema que asigna escaños en ayuntamientos y comunidades, y que muchas papeletas no sirvan para nada – lo cual traiciona aquel principio: “un hombre, un voto” -, condiciona la voluntad popular, pero uno ha de ser responsable de lo que elige y ejercerlo con la mente despejada y a favor del candidato o partido honrado, justo y de contrastado servicio al país por encima de cualquier interés personal o de la propia entidad política en la que milita.

Es evidente que en unas elecciones municipales en la mayoría de las ocasiones pesan más las personas que los partidos. Pero en esa perspectiva y con la responsabilidad del votante y la trascendencia de su voto, éste debe de considerar su decisión por elevación, sin olvidar que a quien elige es miembro de un grupo político y todo lo que ello representa. Más si ostenta el poder y ha tomado y toma decisiones que afectan a su región o a su localidad. Decisiones o proyectos (Presupuestos Generales) que en muchas ocasiones no existen o no se toman, ignorando las necesidades, en muchos casos urgentes, tal vez vitales, de esa población. Piense seriamente en ello el elector porque de la elección de ese partido dependen decisiones que van a determinar actuaciones de cuya experiencia en el pasado hay más efectos negativos que positivos, acuerdos y apoyos, que resultan perversos para el normal desarrollo político de la democracia y el futuro del país, favoreciendo a unas regiones sobre otras para asegurar su gobierno.

Si contemplamos serenamente la realidad de Huelva veremos una perspectiva nada halagüeña tras estos últimos años. El abandono, la inacción y la degradación incluso de algunos lugares es evidente y clamorosa. Falta trasparencia, comunicación, agilidad administrativa y medidas fiscales e incentivos para empresas que proyecten aquí sus inversiones. Una discriminación inaceptable entre los vecinos que vivimos en el centro – saturado de peatonalización e inmovilismo sin aparcamientos – y los que viven en los barrios, donde la indolencia urbana es manifiesta, tanto como la clamorosa desarticulación del tráfico, el transporte público, los nada éticos abusos electoralistas utilizando medios de uso municipal…

No hemos logrado desmentir del todo a aquel que dijo: “Huelva es una ciudad diseñada por el enemigo”. La indolencia y el abandono urbanísticos de los últimos años así lo demuestran. La responsabilidad es de sus rectores. Y de quienes los eligen...

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios