Cada sábado me equipo con bolsas de tela para ir al mercado. Me paseo por cada puesto, mirando la fruta, saboreando la tierra que la sustentó y las innumerables manos que la transportaron. Algunos me reconocen y saludan, fruto de la cordialidad que, semana tras semana, se teje entre nosotros. Me invitan a pararme para degustar la temporada. Maravillada, comienzo a llenar mi talega de colores festivos. Las hortalizas juegan libres, sin presiones hialinas que asfixien su epicarpio. Poco después voy al supermercado. Allí lleno el cesto con lácteos, legumbres y cereales. Todo envasado, todo protegido. Esperando la suma, escucho el auxilio de unos plátanos recubiertos de plástico. Gritan con insistencia ser liberados de aquel material diáfano que no les protege de absolutamente nada, ya que ellos, naturalmente, tienen una cáscara que les ampara. Vuelvo a casa, con algo de embalaje en mis tinajas, pero con la certidumbre de que terminará en el recipiente justo para ser reutilizado.

Hace poco Greenpeace publicó un polémico informe donde afirmaba que Ecoembes, la asociación encargada de recoger y reciclar los envases en España, miente. Engaña con su afirmación de que recicla un 75% -según la investigación de la ONG es solo un 25%- y también sobre el destino que se da a las toneladas de plástico no reciclado, ya que una buena parte acaba enterrada en vertederos, incinerada o exportada a otros países.

Parece que la porquería nos sobrepasa las cejas y no sabemos dónde meterla. Prueba de ello, son las 30.000 toneladas de plástico que se amontonan en un vertedero ilegal situado en Utiel. La acumulación de plástico es evidente, titánica e innegable. En mares y océanos se calcula que cada año se concentran hasta 8 millones de toneladas de basura, equivalente al peso de ochocientas Torre Eiffel. Yve Ramírez, autora del libro 'Residuo Cero', nos invita a usar las erres de la sostenibilidad antes de tirar: reflexionar, rechazar, reducir, reparar, reutilizar y respetar. El reciclaje sólo es una parte de la solución y no siempre es la más correcta. Por otra parte, el movimiento 'Zero Waste' o 'Residuo Cero' defiende el consumo responsable y la reutilización de productos para cuidar el medio ambiente y tiene como objetivo reducir al máximo los residuos y la basura que generamos cotidianamente.

Vivimos en una confusión medioambiental que nos hace dudar de qué harán con los residuos que dejamos en el contenedor. Siempre reinará la incertidumbre y para resolverla, necesitamos políticas públicas que nos garanticen lo que no vemos. Esta realidad vacilante, también exige que cambiemos nuestros hábitos de consumo, generando menos desechos que dependan de otros. Reciclemos nuestras compras, busquemos caminos alternativos, quizás así, no necesitemos un planeta B para salir huyendo.

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