Vaya por delante que ni simpatizo ni he votado a Vox. Esta aclaración es pertinente porque la jauría desatada alrededor de todo lo que tenga que ver con el partido verde precisa esta acotación antes de lanzarse a la yugular. Dicho esto sí tengo amigos y familiares que han optado por estas siglas en las autonómicas y, aunque a alguien le pueda parecer extraño, no tienen taras ni son personas que se coman a los niños, escupan a los inmigrantes o peguen a sus mujeres. Son ciudadanos que libremente han decidido respaldar una opción en la que han visto reflejado su hartazgo ante no pocas situaciones que ocupan nuestro día a día. Son seres que ven con preocupación el lamentable estado en el que se encuentra nuestra educación, que se llevan las manos a la cabeza cuando perciben el estado de colas y retrasos que sufre nuestra sanidad o que asisten con enorme preocupación a que el empleo sigue siendo un bien demasiado escaso en nuestra sociedad. Raro, ¿verdad? Tienen casi las mismas preocupaciones que usted y que yo.

Frente al análisis de trazo grueso que se pretende imponer desde las tertulias, el fenómeno político de Vox va más allá de las reduccionistas críticas de machista y xenófobo con la que exaltados tertulianos se ponen como motos en las televisiones. Vox ha logrado calar en un electorado que está harto de ocultarse, que no quiere renunciar a lo que considera que son señas de identidad y que ha decidido alzar la voz ante situaciones que considera injustas. Mientras que el centro derecha intenta reaccionar ante el tsunami que le llega por su lado para poder desalojar al PSOE de la Junta, en la izquierda se han quedado a cuadros con lo ocurrido y son incapaces de despertar. No se ha escuchado aún a nadie entonar un mea culpa de verdad por el estrepitoso fracaso ni mucho menos se otea en el horizonte dimisión alguna de los responsables de tan triste resultado. No, a cambio lo único que se escucha es que PP y Cs quieren blanquear a Vox para llegar al Gobierno. Cada vez que alguien dice esto, el partido verde suma un nuevo seguidor.

Porque la izquierda náufraga que tenemos no asimila que comienza a haber una reacción ante determinados lobbies dominantes. Quien vota a Vox no está contra la ley de violencia de genero, está contra la derogación de la igualdad de las personas ante la ley que consagra la Constitución y que en la actual norma se conculca. La lacra de la violencia machista hay que erradicarla, pero con acciones más concretas y menos golpes de pecho. El personal comienza a estar cansado también de ser perseguido por ir a los toros, por cazar o por ser cofrade. Estas cuestiones no son ideológicas, sino propias de la configuración de la personalidad de cada cual y su persecución comienza a ser asfixiante. Además de demostrar un profundo desconocimiento de, por ejemplo, el movimiento económico y de conservación del entorno que se produce con ellas.

Uno puede estar (muy) en desacuerdo con Vox, pero también ha de saber leer las causas de su crecimiento. Y estas tienen mucho que ver con la pérdida de un discurso con peso y poso en la izquierda y el pánico por la desaparición en la derecha. Y como no se tome nota esto amenaza con ir a peor.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios