Jueves Santo. Uno de esos jueves que dice la vieja tradición española "brillan más que el sol". La festividad, la celebración, la evocación religiosa para los creyentes, brilla iridiscente, sin duda, pero dadas las circunstancias, lo celebramos este año nefasto bajo la sombra ominosa de este virus devastador y letal. El jueves pasado vivíamos una fecha que será una memorable y funesta jornada histórica superando los 10.000 muertos y 1.900.00 parados. Y en este escenario desalentador las risas de una ministra, la de Trabajo. Yolanda Díaz, que se mofa de los periodistas a los que trata como ignorantes con esa altanería propia de esa mayoría de la izquierda que se cree por encima del bien y del mal, con esa superioridad moral que se atribuye deliberadamente. Una situación tan deleznable como ridícula.

En este excesivo intervencionismo del Gobierno, injustificable en un Estado de Derecho democrático, son inevitables muchas preguntas. La primera y fundamental es ¿por qué no se decretó la alerta antes atendiendo la advertencia de la OMS que la había decretado el 30 de enero y a primeros de febrero instó a adquirir material de protección sanitario para enfrentarse e la pandemia, aumentar los test de pruebas -test que siguen sin completarse-, centralizar y coordinar los recursos y evitar contagios masivos? ¿Por qué en nuestro país han fallecido el mayor número de sanitarios?... Serían más las preguntas a pesar de quienes ante la exigencia de respuestas y responsabilidades invocan la indudable coartada de que no es el momento, que habrá que esperar a que las cosas se solucionen. Una especie de chantaje, que terminará, mucho me temo, con el habitual "si te he visto no me acuerdo", dada la desmemoria de este pueblo. O serán otras las consecuencias de este momento de debilidad. Temblamos cuando la diputada de Podemos, Vanessa Lillo, afirma: "El coronavirus demuestra que este sistema revienta y tenemos que aprovecharlo".

Ante un proyecto de legislatura estrictamente ideológico y a la defensiva, cuando el 70% de los ciudadanos sondeados sostienen que hay que pedir responsabilidades al Gobierno por la imprevisión, que nuestro periódico publicaba el domingo pasado, y las cifras son más esperanzadoras y parece empezar a "doblegarse la curva", no faltan temores ante la creciente restricción de derechos constitucionales y se filtran las preguntas que los periodistas formulan en las interminables ruedas de prensa donde abundan las comparecencias del Gobierno y sus comités de técnicos y expertos, lo que pone en tela de juicio la libertad de expresión y el derecho de los ciudadanos a estar informados y conocer la verdad. "La verdad os hará libres". Pero verdad y libertad son palabras que provocan a muchos escalofríos. Pacientemente, esperanzadamente, hemos llegado a esta Semana Santa, de calles desoladas sin Cristos humillados, cautivos, yertos y sin Vírgenes, esas guapísimas Vírgenes de Huelva. ¡Qué pena!

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