El 15 de junio de 1936 Juan Ramón Jiménez tenía que impartir su primera conferencia en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Una indisposición provocada por unos medicamentos se lo impidió al poeta de Moguer. Un amigo de Navarro Tomás leyó ese día y a la hora prevista, en el mencionado lugar, la conferencia de Juan Ramón que había titulado Política poética. Con posterioridad esa conferencia pasó a llamarse El trabajo gustoso. Lo de los políticos de nuestro país no es política poética, y mucho menos El trabajo gustoso. Tal vez podamos definirlo como poética política, pero con poética de la mala.

Pedro Sánchez no es el presidente que España necesita, y no lo es porque no es el presidente que necesitan los españoles. El arte de la política debe ser un trabajo gustoso. Los políticos que gobiernan deben ser funcionarios de carrera, este es el primer requisito que debe ser tenido en cuenta. Funcionarios de carrera con experiencia y voluntad. Y cuando finalicen su ciclo deben regresar a sus puestos en la Administración. Antes la política era vocacional, ahora se ha convertido en un negocio empresarial.

No hay nada más nefasto para un país que un partido político y con ello sus políticos funcionen bajo las directrices del mercantilismo empresarial. Escribió Juan Ramón Jiménez: "La vida y el trabajo no pueden tener otro ritmo que el suyo, no pueden ser hostigados ni desviados de su órbita. En este "en lo que le gustara" a cada uno está el fuego alimentador de la calidad poética que debe acompañar siempre al trabajo, que le da al trabajo utilidad y encanto. Trabajar a gusto es armonía física y moral, es poesía libre, es paz ambiente. Fusión, armonía, unidad, poesía: resumen de la paz. La vida debe ser común y lo común altificado por el trabajo poético. El gusto por el trabajo propio trae el respeto, gustoso también, por el gustoso trabajo ajeno".

Pues fíjense que nuestros políticos no trabajan a gusto, pero sí cobran a su gusto, en algunas de las últimas votaciones de esta misma semana, para elegir al presidente de RTVE (menudos espectáculos están dando nuestros gobernantes con este asunto), algunos de ellos han votado en el Congreso al fallecido Lauren Postigo y en el Senado a David Bisbal. Schiller definía en 1793 lo vulgar como aquello que no se relaciona con lo intelectual, sino que únicamente despierta el interés de la sensibilidad. Y de eso se trata, sin educación y sin cultura perdemos el sentido común, perdemos hasta la integridad.

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