Caleidoscopio

Vicente / Quiroga

Poemas en el faro

21 de julio 2016 - 01:00

UNA vez más el Caleidoscopio multiplica sus colores, sus destellos, sus múltiples matices, entintándolos - "un tintero/ volcado que extiende su ultramar hasta ahogarse en cobalto" - con la seducción sublime de la poesía. El jueves pasado fue el libro de poemas de Jesús Arcensio editado por José Baena Rojas. Hoy es el poemario de Juan Cobos Wilkins, El mundo se derrumba y tú escribes poemas, presentado el viernes pasado en el patio del Faro de Mazagón. Ese ojo ciclópeo que me deslumbra con su guiño luminoso cada noche cuando cierro la cancela. Su patio interior fue como un acogedor peristilo donde se conjugaron todos los sortilegios líricos más placenteros en la turbulenta actualidad que vivimos.

No pude asistir a la presentación del libro en Huelva y por ello acudí puntual a esta cita que Juan Cobos Wilkins viene repitiendo todos los veranos aquí en Mazagón, donde sus muchos amigos y personas que le queremos y admiramos, esperamos de su propia voz el fluir exquisito de sus versos, el florido desgranar de su verbo fácil e inspirado, el eco grácil de su expresión precisa y sugerente, la memoria prodigiosa de sus vivencias, de su experiencia vital, de la profundidad inmensa de sus sentimientos. Juan estaba esa tarde contento, alborozado, porque un matrimonio admirador y amigo le acababa de regalar la primera edición en español, publicada en 1920 -un libro precioso -, de La muerte en Venecia de Thomas Mann. Aquella que inspirara en la gran pantalla una de las mejores películas de Luchino Visconti, de quien el poeta escribió en 1980 "Luchino Visconti pasea por Riotinto", galardonado con el Premio José María Morón.

El poeta onubense Daniel Salguero Díaz hizo las presentaciones, justas, exactas, concretas, a la altura del autor. Él nos confesó que éste es un libro "duro", de larga elaboración. Juan Cobos Wilkins consiguió muy pronto establecer esa comunicación emotiva y mágica entre el orador y los asistentes. Surgió esa sutil y sensible complicidad que el influjo del lugar y la sugerente belleza de los versos infiltraban en el ánimo de la audiencia. Como en el verso de Lorca "La noche se puso íntima/ como una pequeña plaza". El poeta nos llevó, "en la detonación de un infinito caleidoscopio frágil" por toda una etérea ensoñación de persuasivas imágenes, de reminiscencias sublimes, de ingeniosas percepciones. Y nos habló de reencarnación, de una tórrida noche de verano con una inmensa luna sobre la Corta Atalaya, "gigantesco corazón arrancado a la tierra… El ojo hueco de Polifemo", círculos del infierno para La Divina Comedia del Dante… Con las primeras sombras de un nocturno embelesado de poesía, oíamos ensimismados, sinceramente entregados, los bellos poemas de Juan "mientras el mundo se derrumba". Pongamos que hablo de Estambul, de Ankara, de Niza...

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