En este perro mundo

Pintores domingueros

Aunque parezca baladí, doy fe de que la del pintor dominguero es una opción que debería ponerse definitivamente en valor

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Pintores domingueros

MI experiencia del pasado sábado como jurado del certamen de pintura al aire libre en el Muelle de las Carabelas, junto a Ángeles Oria y Juan Manuel Seisdedos, fue muy enriquecedora para mí, y no sólo porque habían transcurrido muchos años desde mi visita a los Lugares Colombinos en compañía de la escritora Ana Rossetti para dar contenido a un libro compartido –ella con sus textos y yo con mis apuntes del natural– que finalmente quedó inédito, sino porque en el transcurso de la jornada surgieron detalles tan imprevistos como ver a uno de los participantes pintando en silla de ruedas su visión de una de las carabelas por rotura del pie izquierdo a su llegada desde Málaga para participar en el certamen y, pese a tanta adversidad, conseguir uno de los suculentos premios en disputa.

Pero mi presencia como jurado también me permitió confirmar lo que era más que previsible, aunque nunca lo había considerado hasta ahora: que hay toda una legión de profesionales de este tipo de concursos de pintura rápida que, a base de coincidir una y otra vez, han terminado por ser amigos, por encima de colegas y competidores, lo que le añade un plus de sal y pimienta a estas ensaladas pictóricas de temporada alta. Y, de hecho, otro de los pintores también premiado llevaba puesta una camiseta en cuya espalda aparecían serigrafiados los lugares y fechas de los 23 certámenes en los que había participado a lo largo del pasado año 2022. Y puesto que estas convocatorias suelen tener lugar durante los fines de semana, han terminado dando carta de naturaleza en este nuevo siglo al ya añejo concepto del pintor dominguero.

Pero aunque esta expresión tenía antaño un matiz claramente peyorativo, algunos de mis colegas y amigos, como Quico Rivas y Lita Mora, y yo también, hicimos virtud de esta bendita necesidad en su momento, y reivindicamos ese concepto del pintor dominguero como la mejor opción para ajustarla a nuestro impostado modo de vida y, de paso, llegar a reivindicar el lado más festivo de una profesión que nunca debió perder el carácter lúdico que había tenido en sus orígenes. Y aunque parezca un tema baladí, doy fe de que la del pintor dominguero es una opción que debería ponerse definitivamente en valor, y no sólo por ser la sana motivación de muchos de los que participaron en esta iniciativa de la Diputación de Huelva para difundir el gusto por la vida al aire libre y por el arte entendido como una forma más de esparcimiento para conectar directamente con la naturaleza y con entornos cargados de historias, y también de Historia con H mayúscula, como una verdadera lección de vida y esperanza en la que la práctica del arte se convierte en un milagro cotidiano, y en una razón para vivir.

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