Olvido

Allí defienden habitualmente hasta a los esquimales. Pero este año se han olvidado de Venezuela

Hacía tiempo que no escribía un artículo sobre el llamado cine español. En más de veinte años en esta tarea no creo que hayan pasado de un par de ocasiones. Normal por otra parte. Mi interés por el cine patrio se quedó en mi prehistoria. Esta gente de ahora me importa un auténtico bledo. O sea, igual que yo a ellos. Vamos igualados. Y ha sido el que para ellos es el director estrella, Pedro Almodóvar, quien me ha dado medio pie para esta columna de hoy. Fue en la pasada noche de los premios Goya, esa ridícula versión nacional de los Oscar estadounidenses. Puro cutrerío al lado del esplendoroso postureo yanqui. No es que la ganadería que pasta en Hollywood sea de mi agrado, ni mucho menos, también me resbalan el 90% de ellos, pero al menos saben hacer películas. A cada cual lo suyo. La verdad es que no sé si ahora aquí se hacen buenas películas. Hace décadas que no veo ninguna. Cuando dejé de verlas eran sencillamente soporíferas. El asunto es personal. Yo y los que tenemos una determinada escala de valores les caemos muy mal a ellos. Naturalmente ellos a mí igual. De ello se deriva que no me gasto un solo euro en alimentar a quien me detesta. Bastante llevan con lo que me rapiñan de mis impuestos. A título de ejemplo decir que tres películas españolas financiadas por Televisión Española, o sea por mí y por todos los contribuyentes, con más de un millón de euros, fueron vistas exactamente por cincuenta y cinco personas. Búsquenlo en internet y ya verán la risa que les entra.

Les decía que el señor Almodóvar me ha dado pie a este artículo y la cosa ha sido muy sencilla. La noche del numerito cursi y manido de los Goya va una periodista, con ganas de titulares fáciles, y le pregunta por un partido político, que no fue invitado a la sublime ceremonia. El señor Almodóvar contestó que no le preguntara por eso, que para él no existen. Y luego se preguntan por qué no va la gente a ver el cine español. Pero si los insultáis, cómo van a ir. Cómo se va a gastar nadie una pasta, que vale ya una entrada de cine, para ver un producto cutre, sectario y aburrido. Y encima son muy olvidadizos. El teatrillo este de los Goya lo suelen representar en clave de mitin. Allí defienden habitualmente hasta a los esquimales. Pero este año se han olvidado de Venezuela. ¡Oh casualidad! Ni una palabra. Cuatro millones de exiliados por hambre, cincuenta asesinados en una semana y centenares de detenidos y torturados y ni una palabra, todos mudos, todos con la memoria trastornada. Como dijo aquel: seguiremos viendo a Clint Eastwood.

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