Caleidoscopio
Vicente Quiroga
Más reinas
Los afanes
A las dos de la tarde acudo, cuando puedo, a tomar en la taberna la copa de Verdejo bien fría. Suelo sentarme cerca del señor medio calvo que cuenta los caracoles que hay en cada una de las tapas que se come. Regaña al camarero si escasean, pero nunca alaba a ninguno de los empleados generosos.
Y es que no solo hay falta de educación, también utilizamos mal las expresiones, nuestro léxico se ha empobrecido. Claro que si, como ocurre en ese colegio público de Madrid, obligan a los padres de los alumnos a comprar un iPad a sus hijos y si no lo hacen invitan a marcharse del colegio, pues eso, que un libro en un centro educativo ya no se ve ni en pintura.
Fíjense, ahora todo el mundo utiliza la palabra brutal en demasía. Y lo hace mal. Brutal como magnífico, genial, maravilloso. "Mi novio es brutal", escuché a una joven adolescente. Y la RAE nos dice que brutal es propio de los animales por su violencia o irracionalidad, que, dicho de una persona, es de carácter violento. Pero no, brutal. Todos quieren ser brutales.
Otra expresión mal utilizada es "lo siguiente". Ese señor no es feo, "es lo siguiente". Pero nadie define que sigue a feo. Se conforman con "lo siguiente" como calificativo perpetuo y generoso.
Pues eso, que no somos brutales, somos lo siguiente. Y así ocurre en España que unos okupas destrozan coches, motos, establecimientos, escaparates en una Barcelona resacosa del doblete futbolero. No son brutales, son lo siguiente.
Mientras los de la CUP nos enseñan fotos de heridas de los okupas, presuntas fotos, presuntamente realizadas en la carga policial, media Barcelona está hasta los mismos (no, lo siguiente) de tanta irresponsabilidad. El pobre mensajero o repartidor de comida a domicilio que ha salido a trabajar y encuentra su moto destrozada, quemada, presuntamente por unos okupas energúmenos, ya comienza a pensar que esta España es brutal.
El medio calvo, y no lo digo en sentido peyorativo, es una realidad como una casa, sigue contando los caracoles. Maduro prosigue con su destrucción peculiar de Venezuela, y a España vuelve la voz sinuosa de los candidatos a las elecciones generales de junio. ¿Qué hacemos? Pues seguir viviendo, acopiarnos de libros para dejar de ser brutales y pedir otra copa de Verdejo antes de que vuelvan a subir el IVA (Europa nos va poner una multa brutal).
El Verdejo de hoy no está frío, está lo siguiente.
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