Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes! Todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué de deleite consigo, pero el de la envidia no trae sino disgustos, rancores y rabias.

-Eso es lo que yo digo también -respondió Sancho-, y pienso que en esa leyenda o historia que nos dijo el bachiller Carrasco que de nosotros había visto debe de andar mi honra a coche acá, cinchado, y, como dicen, al estricote, aquí y allí, barriendo las calles. Pues, a fe de bueno, que no he dicho yo mal de ningún encantador, ni tengo tantos bienes que pueda ser envidiado; bien es verdad que soy algo malicioso, y que tengo mis ciertos asomos de bellaco, pero todo lo cubre y tapa la gran capa de la simpleza mía, siempre natural y nunca artificiosa. (…) Pero digan lo que quisieren; que desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano; aunque, por verme puesto en libros y andar por ese mundo de mano en mano, no se me da un higo que digan de mí todo lo que quisieren".

Este fragmento de El Quijote de Cervantes define a la perfección algo tan habitual en nuestros días como la envidia. Debo confesar que he aprendido mucho de tantas y tantas personas, de tantos y tantos textos. Toda esa enseñanza me conducía al aprendizaje. Me enseñó lo que quería y, por ende, lo que debía hacer y lo que no debía hacer.

Por ejemplo, una editorial está en la obligación de defender las obras que publica. Pero ¿es una obligación? ¿O tal vez es un error? Las editoriales que publican, en gran medida, basura, defienden esa basura. Y esto implica que esas editoriales publican tan solo basura. El montaje de esas editoriales se limita a la venta. Y la literatura no importa; montajes como ocurrió con algunas bandas musicales de las últimas décadas del siglo pasado: Boney M, Modern Talking o Milli Vanilli. Lo que hicieron estas falsas bandas ocurre con la falsa literatura en la actualidad.

Un autor nunca debe tener envidia de la falsa literatura. Debe seguir su camino de aprendizaje. Debe ser consecuente con sus principios. Pero claro, como la envidia es muy mala, se proyectan con los calificativos de "escritor/a" u "oficial", en sus perfiles de redes sociales. Como diciendo aquí estamos y que nadie se olvide de mí, que yo también soy alguien, y por la fama soy hasta capaz de escribir basura.

La envidia, como decía Cervantes, es "raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes". Olviden por favor aquello de "escritor/a" u "oficial". Y lea. Escribir saldrá si tiene que salir.

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