Cómo hemos cambiado. Antes nos resultaba chocante ver a un turista, generalmente oriental, con mascarilla; nos llamaba la atención. Un utensilio que solo utilizaban los alérgicos. Y desde hoy resulta que su uso es obligatorio en nuestro país. Será para bien. Será para evitar desastres mayores. Será para prevenir otras dimensiones, o más que esquivar, para entrar de lleno en esas otras dimensiones.

Ustedes me disculparán, pero creo que ahora se está haciendo lo que les interesa a los extremismos, con su totalitarismo incluido. Un ejemplo claro lo tenemos en la educación, y más concretamente o visible en la universidad. Lo de las becas, si es para este año, por aquello de la crisis, pues está bien. La pandemia va a dejar un reguero de miseria desproporcional. Lo de las becas si es como parte de este todo, pues se acepta. Pero hacerlo por hacerlo es carente de proporcionalidad, o de racionalidad. ¿Dónde está la verdad bien redonda? que decía Parménides.

Sigo pensando que esto de la pandemia no tiene la dimensión de la gripe española. Por eso me pregunto una vez y otra vez ¿dónde está la verdad? Y redonda o no redonda, ¿dónde está la verdad? En la universidad no hay coherencia con los futuros planes de estudio que ahora se aparcan, no hay coherencia interna (ni externa). Porque no tenemos ministro de Universidades, han puesto ahí a uno que dice eso de "Yo mando" y el resto a obedecer. Un ejemplo de que se hace lo que desean los extremismos. Recuerdo aquello de ustedes dadme un pueblo pobre que yo les convierto en borregos. Porque esta pandemia está causando clientelismo, y eso es el totalitarismo. El miedo provoca clientelismo. Y lo tienen muy bien estudiado, tanto que cada convocatoria de estado de alarma en España es algo así como un "sálvese quien pueda".

En el fondo, y en la forma, esto no es más que cuestión de obediencia o de desobediencia, pero de eso ya habló Platón en Apología de Sócrates o en Critón. Las personas reclamamos una vida buena y libertad. Nada más. Un criterio para definir y separar lo justo de lo injusto, para mostrar, con sentido común, nuestra obediencia o, en su caso, nuestra desobediencia. Y no somos borregos. Anhelar la justicia es de personas. En España se ha abandonado a las personas a nuestra propia suerte. Y las mascarillas no nos las ponemos porque hoy haya que hacerlo. Fueron utilizadas mientras los políticos se peleaban entre sí por si eran útiles o no. Y no digo nada de comprarlas defectuosas al primer comisionista de turno. Obedecemos porque tenemos más clase que los políticos.

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