La playa está vacía. El color del cielo se refleja en las aguas de la mar. Una gaviota solitaria busca algo que no encuentra en mil trayectos indefinidos. La orilla se rompe en mil surcos sobre la mojada arena que deja escapar pequeñas grietas de agua, camino de la bajamar. Como ella es septiembre, el mes que recorre sus últimas horas soñando en un estío que se fue.

El panorama aparentemente desolador es hermoso. Para cualquier punto de la estrella de los vientos que mire veo la grandeza de la naturaleza viva. Cielo, mar, arenas, brisa, algas que duermen reposando en la orilla donde solo las olas en el vaivén de sus idas y venidas, mecen en la cuna del tiempo su abandonada soledad.

El telón del verano ha caído del todo. La ópera e finita. También la luz cegadora del sol se va apagando, entristeciendo. Todos los recuerdos van quedando atrás. Quizás no. Los recuerdos siempre cobran vida y hacen nacer nuevos caminos en nuestro interior, ellos son parte de nuestra existencia, son como los protagonistas de una segunda oportunidad que se nos brinda en el recuerdo.

En mi juventud pensaba que septiembre era un tiempo con latidos llenos de dudas. Hoy ellas se disipan, y los días y las horas tienen ecos de danzas distintas donde las notas musicales de las horas perdidas se hacen melodías invisibles encerradas en un pentagrama sin acordes.

Ya no tengo dudas en un otoño que comienza para muchos, pero va terminando para otros en la distancia del tiempo.

Sigo mirando al horizonte sin color. No hay línea entre la mar y el cielo. Todo está nimbado en una invisible realidad.

La gaviota vuelve a volar sobre mi sombra oculta en la arena. Sigue buscando algo. Quizás quiera encontrar mis propios pensamientos otoñales en el comienzo de la estación. Sigue volando….

Un madero perdido entre las olas se va acercando a la orilla. Vuelve a marcharse. Se asemeja a la vida que va y viene, que quiera llegar y no lo consigue… Es un tronco viejo, quien sabe de qué jardín escapado, en la última tormenta que avisaba el cambio del tiempo. Lo veo flotando en las aguas, y luchan en ellas sin esperanzas de encontrar tierra firme. Debe ser tan triste estar a merced de las olas juguetonas y peligrosas.

No quiero abandonar la playa… Falta un año para volver a verla en plenitud de vida veraniega y un año en larga existencia de la vida, es un tiempo improbable de fijar.

Pero la mente humana está llena de milagros, y los paisajes eternos, las maravillas naturales, el éxtasis de los sueños y las alegrías permanentes no se van. Están con nosotros. Pasarán los meses, día a día, hora a hora, y permaneceré como un barco varado en mis recuerdos de mar, o como una concha enterrada en la orilla, durmiendo en el lecho de las mareas con el susurro de una canción salada sin nombre.

Septiembre se va…

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