Mientras algunos estábamos inmersos en el desconcierto que suponía ver las incoherencias en la celebración institucional del aniversario de nuestra Constitución, sí esa Carta Magna producto de la concordia y el consenso entre diferentes para conseguir una consolidación democrática de la convivencia social. Mientras pensábamos, con preocupación, la deriva que con el paso del tiempo ha ido tomando aquél esfuerzo de encuentro entre todos y vemos como hay quienes gracias a aquellas decisiones del año 78 disfrutan de los parabienes de las mismas, al tiempo que las utilizan para destruirlas y cambiar el modelo conseguido por otro que tras el señuelo del progresismo, les permita ejercer ese cinismo de los modelos totalitarios en el que la lucha de clases se impone diciéndole al pueblo lo que han y deben hacer, al tiempo que ellos hacen todo lo contrario, incluida la vista gorda ante la corrupta colonización institucional con todas sus consecuencias.

Mientras, no podíamos entender como se ausentaban conjuntamente de la celebración los antisistema, independentistas… y los defensores del modelo constitucional, VOX junto a ellos y alguien que tiene un plan claramente trazado para obviarla sin tocarla por la vía del bloqueo neutralizador del CGPJ y la puesta a sus pies del TC, simultaneando una reforma del Código Penal, según nombres y apellidos de afectados, incluyendo la ambigüedad en un precepto como la malversación que sería "buena o mala", según el malversador.

Podríamos continuar, sin embargo, mientras estas cosas tienen protagonismo propio y trascendente, ese mismo día la atención global de la gran mayoría de los españoles estaban pendientes y sentimentalmente imbuidas de emociones frustradas en Qatar donde Marruecos, como tantas veces, en situaciones varias, nos han derrotado no solo moralmente sino con la rotundidad de quien sintiéndose inferior se superó ante el encorsetamiento metódico impuesto por la altanería del seleccionador.

Y así estamos. Instalados en la servidumbre popular ante la endogamia propagandística por encima de la flexibilidad en las actuaciones ante los problemas sobrevenidos, en la negación de errores y la rotunda ausencia de autocrítica, en la ocultación de los defectos detectados pero elevando la mediocridad a nivel de liderazgos y ante la derrota o la deriva negativa de los acontecimientos reiteramos, con orgullo, el cumplimiento del plan trazado "porque los resultados no importan", con lo que se está ignorando la sentimentalidad de un pueblo que encuentra en la Selección Española un alivio a sus penalidades sociales y económicas porque ya se sabe: "El fútbol es la cosa más importante, de las menos importantes". Empiece, pues, una nueva etapa y mientras, liberado del cargo, el protagonista futbolístico supremo pueda seguir tomando huevos y leyendo a los estoicos, aunque los principios básicos de estos: virtud y razón, n o sean muy compatibles con su tendencia a la sobreexposición altanera. Este es nuestro país de hoy día.

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