Crónicas Levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

jmmarques@diariodecadiz.com

Morir en paz

La eutanasia no nace de la maldad, sino de la resignación y aceptación de quien sólo reclama un poco de piedad

Al tercer intento, el Congreso ha aprobado la ley para despenalizar la eutanasia, con el apoyo de todos los partidos de la izquierda, además de Ciudadanos y los nacionalistas que provienen de la democracia cristiana. Vox y el PP han votado en contra, pero como con otras leyes sociales, desde la del divorcio de Fernández Ordóñez a la del matrimonio de personas del mismo sexo de Zapatero, cuando gobiernen no la anularán, porque el respaldo social a la eutanasia es mayoritario y la ley es, plenamente, garantista. Antes que España, los países del Benelux, Nueva Zelanda y Canadá ya contaban con esta blindaje legal, y cuando gobierne el PP, que lo hará, muchos más países se habrán sumado a ello.

El terrible deterioro que experimentan algunos enfermos de males degenerativos y el encarcelamiento perpetuo que supone para otros malvivir en un cuerpo inanimado no tiene alivio ni con los tratamientos paliativos, que son un derecho, pero en muchas ocasiones son insuficientes. La eutanasia no nace de la maldad, sino de la aceptación y la resignación de quien sólo reclama un poco de piedad. Amor también es ayudar a morir. A diferencia de la interrupción del embarazo -otra ley que no ha sido reducida por sucesivos gobiernos, sino ampliada- , nadie decide por otro, es el peticionario el que debe solicitar, hasta en tres ocasiones, un final que en último término lo decidirá un comité de garantías.

La ley establece que el propio médico que trata al enfermo solicite una segunda opinión antes de iniciar el proceso legal y establece la objeción de conciencia para los sanitarios que no quieran participar de esto. Resulta obvio, pero hay que subrayarlo: la eutanasia no sólo es voluntaria, sino que sólo puede decidirla el propio paciente.

A pesar de estas garantías legales y de la apelación a la propia humanidad, la ley es polémica por naturaleza, porque supone un cambio sustancial y porque implica a las propias conciencias, pero algunas, y digo algunas, de las críticas que ayer se vertieron en el Congreso son despropósitos de hiperventilados. No hay una industria de la muerte en marcha, como nadie estaba matando a los mayores en Madrid cuando los ultraconservadores intentaron llevar a prisión al doctor Montes. Es más, fueron ellos los que causaron mucho dolor en muchos lugares de España, donde los médicos no se atrevían a administrar los aceleradores de la muerte en los días finales de enfermos dolientes e irreversibles. Es por eso por lo que se necesitan las leyes.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios