Mirar hoy hacia la izquierda política provoca total desconcierto. El líder de esa izquierda, nada menos que el presidente del Gobierno, ha puesto en marcha una operación que tenía como objetivo recuperar el voto perdido durante sus cuatro años de mandato e impedir así el advenimiento de Feijóo. Pero las cosas, de momento, no están resultando como se esperaba. Desde el mismo día que el político gallego fue elegido presidente del PP, Pedro Sánchez y sus colaboradores dieron prioridad a diseñar una estrategia que potenciara la izquierda. Si además se conseguía unificar las diferentes fuerzas y partidos situados a la izquierda del PSOE, mejor. Porque en Podemos se advertía desde lejos el declive, y Sánchez sabía que sin el apoyo de Iglesias y Montero se le venía abajo el tinglado y tendría que ir haciendo las maletas.

Con lo que no contaba Sánchez era con que su equipo, y él mismo, no estaban muy fuertes en cuestiones estratégicas. Sí sabían que Yolanda Díaz se estaba convirtiendo en una figura atractiva, pero no hicieron caso a las llamadas de atención sus compañeros socialistas desde Galicia: Yolanda tenía un altísimo concepto de sí misma que no se correspondía con su valía real; y si bien provocaba entusiasmo en un primer acercamiento, pronto aparecían sus puntos débiles. Además, no contaba con un proyecto suficientemente sólido. Sánchez sin embargo se embarcó en promover la plataforma de Yolanda Díaz para empujar después la fusión de todas las identidades a la izquierda del PSOE.

Fueron muchos los que vieron los fallos desde el primer momento: esa izquierda con Díaz como principal figura tendría como principal caladero a los simpatizantes del PSOE que juraban que nunca volverían a votar a Sánchez porque se sentían indignados por sus engaños sucesivos y por su pacto ignominioso con Bildu. El segundo caladero de Díaz sería Podemos, con lo que la operación impulsada por Sánchez hacía aguas.

Según los sondeos, Yolanda Díaz acumula votos que eran del PSOE, también de Podemos y de sus partidos satélites, e incluso alguno de Cs. Pero el voto de izquierda no se mueve. Sus escaños, uno arriba uno abajo, serán los mismos que en la investidura. Pero con un PSOE que tendrá menos que hace cuatro años, porque Díaz se hará con los que pierde Sánchez más los que pierde Podemos y su entorno.

Así las cosas, muy mal le tendría que ir al PP para no hacerse con el Gobierno. Pero también Feijóo debe revisar su estrategia: debe contar con un equipo de primera y además no cometer ni un fallo. Y… faltan nombres en ese equipo, sobran algunos, y se cometen fallos.

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