
La firma
Antonio Fernández Jurado
¿Un país roto?
Mientras en Europa seguimos padeciendo en una u otra medida las consecuencias de las actuaciones ordenadas por Vladímir Putin, en Rusia andan muriendo por una epidemia de falta de empatía o por desafecto -ayer mismo el último-, presidentes, empresarios o gerentes de grandes empresas, que, curiosamente, todos ellos se habían opuesto abiertamente a la política militarista del Kremlin, o, en algún momento desde febrero para acá, se pronunciaron por una vía dialogada o por una otra forma de realizar las cosas cercana a la diplomacia y no a la guerra abierta.
La lista puede que se vaya ampliando o incluso que la desconozcamos en su totalidad, porque las cosas son así en un país en el que la libertad de prensa no existe, como el que dirige con mano dictatorial Vladímir Putin, pero, por lo pronto, haciendo un recuento rápido, encuentro a los siguientes: Ravil Maganov, presidente de la petrolera Lukoil; Yuri Voronov, empresrio con conexiones con la petrolera Gazprom; Vladislav Aváyev, expresidente de Gazprombank; Serguéi Protosenya, expresidente de la compañía Novatek; Alexander Subbotin, exgerente de Lukoil; Leonid Shulman, jefe de transporte de Gazprom Invest; Alexander Tyulyakov, ejecutivo de Gazprom; el multimillonario ruso de origen ucraniano Mikhail Watford; Vasily Melnikov, dueño de la empresa de suministros MedSton; Vladislav Avayev, expresidente de Gazprom; Sergéy Protosenya, ejecutivo de la productora de gas Novatek; Leonid Shulman, ejecutivo de Gazprom; Vladimir Gabrieliam, director gerente de Vkontakte…
Y esto, sinceramente, a este plumilla poco serio e incompetente siempre en el decir, le parece algo extraño. Y no es que quiera manifestar que los citados empresarios, magnates o gerentes de grandes empresas, no se hayan suicidado porque se les haya ido la mollera en un súbito, o la locura los haya asaltado en un momento de debilidad extrema, o encontraron a mano una pistola cargada y mataron uno a uno a los miembros de su familia y luego se levantaron la tapa de los sesos, o les haya atraído de manera inevitable el abismo existente desde la octava planta de un hospital hasta el negro asfalto, o el precipicio atrayente tras una curva de la montaña mientras conducían. No. Yo solo digo que hay una epidemia de empresarios de élite en dicho país que se están muriendo y con eso basta.
Las conclusiones han de sacarlas aquellos que tienen más pesquis que este escribidor y más raciocinio y más entendederas.
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