Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Qué bostezo
SE ha cumplido en estas fechas (24 de septiembre) el tercer aniversario de la muerte de Odón Betanzos Palacios. En aquellos días se habló y se escribió mucho de su aventurera peripecia vital: su nacimiento en Rociana en 1926; la tragedia de su infancia tras el fusilamiento de su padre en los duros días de la represión franquista en su pueblo (agosto de 1936); sus estudios en Huelva, las penurias económicas familiares, los trabajos y estudios de su juventud: Madrid, Cádiz y la titulación de Náutica, su profesión inicial de marino por la que llega a Estados Unidos al comienzo de los años 50. El encuentro y el matrimonio con Amalia. El salto sin red de la marina mercante (estaba situado y bien remunerado) a la aventura del periodismo y las letras, de nuevo trabajador y estudiante. Y así llegará su instalación definitiva en Nueva York en 1956 para volcarse en su vocación de escritor y de aglutinador e impulsor de la cultura y la lengua española. Su fecunda conexión con el exilio republicano español (Eloy Vaquero, Victoria Kent, Navarro Tomás…). Su activa integración en el Círculo de Escritores y Poetas Iberoamericanos (CEPI). Y, sobre todo, su decisiva participación en la creación de la Academia Norteamericana de la Lengua Española que luego dirigiría, por repetidas y unánimes elecciones, desde 1978 hasta su muerte.
Hace algunos años, me dijo que quería ir a La Peñuela. Era una hermosa mañana de enero cuando lo acompañé a esa pequeña aldea de Niebla. Me contó que allí lo habían llevado, niño de 10 años, tras el fusilamiento de su padre para pasar unos días y que olvidara el horror. Llegamos a la aldea y recorrimos la plaza y los caminos inmediatos contemplando el caserío diseminado en bucólico paisaje. No conseguía recordar la casa donde había vivido, pero todo lo miraba nostálgico y apacible, con esa bondad machadiana que rebosaba su persona. A la vuelta de La Peñuela, ya había pasado página y hablaba ilusionadamente de nuevos proyectos.
Luminoso, vitalista, inquieto… Al repasar su intensa biografía uno se admira de que tuviera tiempo además para la creación literaria. Y lo tenía. Su amplia obra sólo puede explicarse por su aguda inteligencia y su incansable laboriosidad; por eso y porque, como él reconocía, estaba verdaderamente picado por la tarántula de la escritura.
En el año 2004, su querido CEPI le había dedicado un libro-homenaje que tituló acertadamente Odón Betanzos Palacios o La integridad del árbol herido. Más de 60 escritores (de España y de América) recuerdan, analizan y ensalzan su persona y su obra. Gerardo Piña-Rosales, su amigo y actual director de la Academia, define a Odón en su ejemplar humanismo libertario y redentorista. El libro se abre con una letanía del propio Odón llamada Yo creo; y en ella, Yo creo que cada hora debe vivirse a plenitud creando y amando. Así lo creía y así lo cumplió.
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