La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Marlaska, una gran decepción

"El poder no me cambiará" es una de las promesas más ilusas o más cínicas de los gobernantes que empiezan

El ministro del Interior, como todos los demás, estará más firme en su cargo cuanto más fuertes sean las peticiones de cese que insista en pedir la oposición. Es una ley general de los gobernantes españoles, férrea en el caso del Gobierno actual. Casi siempre se cumple. No hay mecanismo más seguro para perdurar en un ministerio.

Han sido fuertes e insistentes las voces que reclaman la dimisión o destitución de Fernando Grande-Marlaska. Ya sonaron cuando el pleno del Congreso de los Diputados lo reprobó tras la muerte de un grupo numeroso de inmigrantes irregulares en la valla de Melilla. Ahora ha sido el Tribunal Supremo el que ha anulado su orden de destitución del coronel Diego Pérez de los Cobos como jefe de la Guardia Civil en Madrid. Por no haberla motivado, es decir, por no haber explicado las causas concretas del cese de manera clara y comprensible.

Parece mentira que un magistrado tan merecidamente prestigioso, incorruptible en la lucha contra el terrorismo y defensor implacable de la ley, esté siendo tan chapucero y arbitrario como ministro. A Pérez de los Cobos lo fulminó porque no quiso informarle sobre una investigación que le había encargado una jueza en relación con las manifestaciones del 8-M al estallar la pandemia. Hubiera cometido el guardia civil un delito, puesto que eran secretas las diligencias. Después de reponerlo el Supremo, el ministro dice que sigue sin confiar en él y que volverá a destituirlo. Se supone que esta vez explicará los motivos. Y ha insinuado uno nuevo: que Pérez de los Cobos manejaba los fondos reservados cuando se usaron ilegalmente en beneficio del PP. Pero el coronel no ha sido imputado en la causa abierta al respecto.

¿Cómo puede Grande-Marlaska gestionar el Ministerio del Interior de modo tan lejano a su trayectoria de estricto cumplimiento de la legalidad? Degenerando. Una de las promesas más ilusas o más cínicas -depende del personaje- que han salido de los presidentes de Gobierno en los inicios de mandato se resume así: "El poder no me cambiará". O se engañan o mienten, ya digo. El poder siempre cambia a las personas, y lo más frecuente es que las cambie para mal. Los hace peores.

Si fuera capaz de analizarse con frialdad, el incorruptible y valiente juez Grande-Marlaska no se reconocería demasiado en el ministro Grande-Marlaska. Pero ¿cómo va a ser capaz un ministro de verse con frialdad? Eso sí que es un oxímoron.

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