Juanma G. Anes
Tú, yo, Caín y Abel
Los afanes
Aestas alturas no creo que usted piense que el nuevo estado de alarma en el que estamos sumidos se deba exclusivamente a una cuestión sanitaria. ¿O sí? Si piensa que sí debe reflexionar en profundidad, y debe ir abandonando su manifiesta horizontalidad. ¡Qué nefasta es la horizontalidad! Nos encoge, nos achica, nos convierte en instrumentos de unos cuantos y anula nuestros pensamientos. Hace falta que el ser humano mute, y que lo haga verticalmente: con miras, con pensamiento propio y entendiendo el pensamiento ajeno.
La única forma de trasladarse desde la horizontalidad a la verticalidad es con la bondad, amándola, ejercitándola, buscándola, en definitiva. Sin ella acabaremos como nuestros representantes que solo se representan a ellos y al puñado de acólitos que han elegido para su beneplácito. Nosotros no hemos elegido a ninguno de esos acólitos, no lo olvide. Olvidarlo le lleva a la horizontalidad. No encuentro mejor definición de lo debería ser un político que unas palabras de Cervantes de El Quijote: "representando bondad y lealtad de vasallos, grandezas y mercedes de señores". Pero nos tienen acostumbrados a todo lo contrario. Y a esas palabras de Cervantes añadiría otras de Montaigne: "Nunca faltan la gracia y la pertinencia; todo está teñido de un juicio maduro y firme, y mezclado de bondad, de franqueza, de alegría y de amistad". No podemos cansarnos de repetir la palabra bondad. Ella nos hace grandes. Precisamos de grandeza de espíritu, de verticalidad. Y, aunque nos cueste, debemos abandonar todo aquello que nos empobrece, que nos empequeñece. Seamos como el perro grande que es bondadoso y noble, fiel y observador. Y todo me lleva a que tenemos que leer un par de libros. El primero del Barón de Montesquieu; se trata de El espíritu de las leyes. Si afina en su lectura comprenderá muchas cosas que hoy ocurren en nuestra política, en nuestra sociedad. Y descubrirá que esas cosas que pasan son, en definitiva, todo lo contrario a lo que realmente debería ocurrir. Mucha culpa la tenemos nosotros. El segundo libro que indico es Las mil y una noches. No piense que solo y simplemente son cuentos, en ellos están inmersas las bases de muchos pensamientos sabios, de todas diría, en esos relatos se desprende una atmósfera que muy difícilmente podemos encontrar hoy día. Necesitamos respirar, precisamos de una verdad que solo podemos encontrar en algunos libros (digo algunos), estamos desgobernados por unos sinvergüenzas que hasta aprueban estados de alarma sin conocer El espíritu de las leyes.
También te puede interesar
Juanma G. Anes
Tú, yo, Caín y Abel
El pinsapar
Enrique Montiel
Puntos luminosos
Cambio de sentido
Carmen Camacho
Se buscan vencedores
Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Náufragos